18 septiembre 2007

LAS CUOTAS DEL ABSURDO. Política

La política de cuotas que inspira la actividad de nuestro socialismo llega a unas cotas grotescas. Hace pocas fechas aparecía en uno de los suplementos de “empleo y finanzas” de una diario nacional (ABC 16 septiembre 2007) una oferta múltiple de trabajo convocada por RENFE (empresa pública, para más señas) en la que se pedían 18 ingenieros, 7 expertos en marketing, 5 abogados, un gerente de comunicaciones y dos jefes de gestión. Hasta ahí nada extraño. Pero al pie del anuncio rezaba la siguiente advertencia: “RENFE garantiza que los criterios de selección, tras respetar los principios de igualdad, mérito y capacidad, promoverán el equilibrio de género, fomentando en lo posible el incremento del género subrepresentado dentro de su plantilla, en cada una de las posiciones”. Si el lector aún no ha reparado en la contradicción esencial que encierra la coda le invito a que vuelva a leerla.

En efecto, “garantizar el fomento de la igualdad de género”, por un lado, y “respetar los principios de igualdad, mérito y capacidad”, por otro, son criterios disyuntivos, es decir, o se cumple el uno o se cumple el otro. La única manera de que se cumplan los dos simultáneamente es que la casualidad así lo determine, es decir, que la mitad de los mejores candidatos sean hombres y la otra mitad mujeres. Por el contrario, si en atención al criterio de mérito y capacidad los mejores son todos hombres, me quiere alguien explicar cómo va a reequilibrar RENFE “el género subrepresentado”.

De acuerdo con una interpretación lógica y sistemática, los principios de igualdad, mérito y capacidad son previos al reequilibrio de género, de ahí que el anuncio diga “tras respetar los principios…”. Tras ellos, RENFE “reequilibraría al género subrepresentado” sólo si fuese posible, es decir, sólo si los candidatos seleccionados por mérito y capacidad fueran de distinto sexo (no género), y sólo si el número de los seleccionados por tal criterio fueran la mitad hombres y la mitad mujeres. Sin embargo, el lector ya se habrá dado cuenta de que en este caso (cuando la mitad de los elegidos fuera de un sexo y la mitad restante del otro) no sería necesario dicho reequilibrio, ya que habrían quedado automáticamente equilibrados por su propio mérito y capacidad.

O sea, una paradoja (de género) de la misma magnitud que la ineptitud socialista.

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