05 octubre 2007

LOS PECADOS CAPITALES DE LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA. Política

Además de su carácter confesadamente adoctrinador, EpC incurre en tres pecados mortales: la hipocresía, la pretenciosidad y la inconsecuencia. El “niño nuevo” que pretende crear el Gobierno a través de esta asignatura parte de varios errores radicales que dan lugar a estos tantos pecados.

La hipocresía de esta materia radica en la absoluta falta de reciprocidad entre lo que pretende el Gobierno socialista y lo que hace habitualmente. Como veremos, ni el respeto a las ideas ajenas, ni la valoración crítica de las posiciones de los otros y ni siquiera la defensa de los derechos humanos en todos los casos ha caracterizado al Gobierno de Zapatero. O dicho de otra forma, si su Ejecutivo tuviera que examinarse de la dichosa asignatura a la luz de los hechos, la nota que obtendría sería cero o cercana a cero.

La pretenciosidad es el segundo de los pecados de la asignatura. Pretender formar (o mejor: con-formar) al “niño nuevo”, al futuro ciudadano cívicamente ejemplar, aparte de ser una tarea absolutamente imposible so pena de sustraerle a aquel toda su libertad (obra de la que los totalitarismos, y muy especialmente el comunismo aún vigente, pueden dar buena fe de ello), es un objetivo irreal y utopista. Educar, o mejor inculcar, a los niños y adolescentes la Verdad de lo Bueno y lo Malo, de la conducta cívica deseable, de la cultura de la paz (¿?) y del ritual del diálogo espasmódico no es sólo una ingenuidad de catequesis sino un insulto al sentido común y al contenido de un sistema educativo que, lejos de ir recuperando sus crédito poco a poco, está defenestrándose por el acantilado del buenismo como un plomo arrojado al vacío.
Instruir en las actitudes cívicas (que no pasan de ser una de las vertientes, la esencial, de la Ética) empleando para ello una especia de vía oblicua a la que siempre se ha utilizado para ello (la Filosofía) es estúpido además de descabellado. Creer que la “Ética propia”, la de la “España actual” o la de “la ciudadanía del siglo XXI”, es distinta, y por supuesto mejor, que la tuvimos que estudiar los que aún tuvimos la fortuna de examinarnos de Filosofía es pretender haber llegado a la cima de la evolución intelectual, ética y moral. Es pretender haber alcanzado las verdades supremas que los pensadores ineptos que nos han precedido no supieron escudriñar. Es instalarse en la convicción de que lo Verdadero, lo Bello y lo Justo (las tres “patas” de la Cultura) las atesora uno con carácter exclusivo y excluyente. Una vez alcanzado el zenit de la moralidad, la universalidad de los valores, del germen de la paz perpetua y del diálogo de las civilizaciones, el socialismo (como hizo durante todo el siglo XX) es incapaz de resistirse a su implantación universal. “Sabemos qué es lo mejor, y os lo vamos a enseñar; lo queráis o no”, piensan. Lo más alarmante de todo esto no es, sin embargo, el engendro de una nueva asignatura llamada “Educación para la ciudadanía y los Derecho Humanos” o “Educación ético-cívica” (mucho mejor expresada que aquella) sino la marginación absoluta y prácticamente definitiva de la Filosofía.

Y el tercer gran pecado de EpC es la inconsecuencia. Delito que se añade al primero de ellos (la hipocresía) como si fuera su “cara b”. En la “Educación ético-cívica” casi todo es desproporcionado, y lo que no lo es, es intrascendente o estéril. Como demostraré más adelante, existe un desajuste abismal entre los objetivos, los contenidos y los criterios de evaluación, por un lado, y la inspiración pretendidamente aséptica de la asignatura.
La inconsecuencia se observa asimismo en la catarata de objetivos perseguidos por la asignatura y en la catastrófica descentralización de nuestro sistema educativo. De nada sirve tratar de “valorar críticamente la globalización, la pobreza y las desigualdades”, por ejemplo, si el manual de cabecera de un colegio de Tarragona reza que “el capitalismo es el mal último de nuestra civilización”, mientras que en un colegio de Logroño se explica que “la alternativa al capitalismo (sea global o particular) son las cartillas de racionamiento”. De nada vale que en una escuela de Bilbao se sostenga que “la libertad política cesa cuando se vulneran las tradiciones seculares del pueblo vasco”, mientras en otra de Cuenca se asegura que “la libertad política tiene su único cauce en la democracia”. Los defensores de la asignatura (tal y como ha sido concebida) podrían apostillar que esa es la virtud de EpC, que no adoctrina, sino que sienta unas bases lo suficientemente flexibles como para que cada Comunidad Autónoma llene de contenido aquellas. Sin embargo, esta objeción al no ser terminante (que no lo es) nada dice en contra de lo que sostengo. Primero, porque el hecho de que el sistema educativo esté tan sumamente fragmentado no supone virtud alguna, sino todo lo contrario. Y en segundo lugar, porque aunque bien es cierto que EpC no es una asignatura explícitamente adoctrinadora, sí lo es implícitamente. El Real Decreto gubernamental que desgrana los objetivos y el programa de la asignatura, si bien explicita qué debe enseñarse no dice cómo debe hacerse, lo que equivale a desarticular definitivamente la materia. De ahí su inconsecuencia.
Pero si el Gobierno no ha dicho cómo han de explicarse cada una de las frecuentemente espinosas cuestiones de EpC ¿por qué merece tan enconadas críticas? Porque el Ministerio de Educación se ha limitado a enumerar los renglones de la “Educación ético-cívica”, es decir, a señalar su contenido formal pero no su contenido material, o sea, lo que efectivamente se va a enseñar. Y una vez más estamos en el punto de partida: 17 sistemas educativos distintos y la luz verde encendida al trapicheo de contenidos; entendiendo, eso sí, que tan nefasto para el sistema educativo es que se enseñe a los adolescentes que “el capitalismo o la globalización son fenómenos indeseables” como que “usar preservativo es inadecuado para el amor”. Ambos contenidos materiales son inadmisibles. El Gobierno no dice qué, pero da carta de naturaleza al maniqueísmo territorial e ideológico de las distintas Administraciones autonómicas.

No hay comentarios: