19 febrero 2006

RAULISMO Y RAULISTAS. Sociedad

“Raulismo: síndrome padecido por quienes idolatran deíficamente a Raúl González Blanco. Sus síntomas son la ceguera hacia el sujeto idealizado, su divinización y la proclamación espasmódica de sus cualidades pretéritas (ante su desaparición en la actualidad). Patología a la que son especialmente propensos los varones de entre 5 y 100 años; en actual regresión pero con brotes esporádicos; contagiable a través de la cohabitación tabernaria entre sujetos en la citada edad de riesgo y sin tratamiento conocido hasta la fecha”.

“Raulista: paciente crónico de raulismo, esclavo de una pasión desordenada basada en una representación virtual de la realidad en general, y de los defectos de Raúl González Blanco, en particular”.


Así podrían quedar descritos, más o menos, el raulismo y los raulistas, enfermedad y paciente. La vuelta de El Gran Capitán a los terrenos de juego ha provocado un rebrote de este síndrome ante el estupor de todos aquellos que estamos a salvo del mismo. El raulista ya no se conforma con declarar sin rubor alguno que el tal Raúl es el mejor jugador del mundo, no, sino que se ve impelido de forma obsesivo-compulsiva a otorgarle una naturaleza extraterrena. Decir que es el mejor jugador del mundo, para el raulista es una obviedad, y por tanto, según él, esta circunstancia no requiere de recordatorio. El tic raulista va más allá: los términos “El Gran Capitán”, “Buque Insignia” o “El Alma del Madrid” son bastante elocuentes para ofrecer una aproximación a este tipo de pacientes. Raúl no es sólo un capitán, no, es “El” (único) “Gran” (magno) “Capitán” (y porque no hay Coronel o General, porque si los hubiera, él sería algo así como “El Gran Generalísimo”. Sin redundancias.

Lo del “Buque Insignia” es un apelativo bastante más inocente y bobalicón que el anterior. Primero, porque no se sabe bien que quiere decir eso de buque insignia aplicado a un jugador de fútbol. Supuestamente sería algo así como el que representa al equipo, el delegado o el embajador. En cualquier caso es una memez a la que no se debe atribuir castigo: se debe a una de las tantas consecuencias de esa pasión desordenada descrita.

Pero lo que pone los pelos de punta es que el raulista califique al Ídolo como “El Alma” del equipo ¡Hasta dónde vamos a llegar! Sin ser bastante esta ascensión al “Mundo de las Ideas” del jugador del Madrid, se le inviste del carácter anímico del Club. Decir que Raúl es el alma del Madrid no es en absoluto baladí, qué va. Es altamente revelador: tiene un componente esotérico irreconciliable con la razón. Hay un experimento que he realizado a consecuencia de este último brote con algún afectado. La cosa es sencilla: se le pregunta si, en efecto, Raúl es “El Alma” del Madrid, y a continuación, tras responder el enfermo afirmativamente, se le replica ¿Y entonces, estos meses en los que no ha estado Raúl qué? Las respuestas son variadas pero tienen un mismo centro de gravedad: unos dicen “pues qué va a ser, una puta mierda”, o bien, “no ves que no hemos ganado ni un partido”, o bien, “si hemos jugado que dábamos pena”, o bien en fin, “ahora va a venir otra vez lo bueno”. En otras palabras: sin Raúl todo es el caos, el Madrid es una mierda. Sin embargo, estos pacientes olvidan lo más importante, de ahí que ninguno de ellos atine a dar con la respuesta acertada. Si el alma es aquello que configura a algo o a alguien, si aquella falta, también falta ese algo o ese alguien, ¿no? En efecto, si se dice que Raúl es “El Alma” del Madrid y esa alma falta durante 2 meses ¿qué es ese equipo sin su alma? Nada, no es caos o la falta de espectáculo, sino nada. Si falta el componente esencial de un equipo, éste no es que vaya mal o que no gane tres partidos seguidos, sino es que no existe. Punto. Eso es lo que debería responder un raulista cuando se le formula tal pregunta ¿qué ha sido el Madrid durante estos 2 meses? La respuesta es: nada. No ha existido. Ha sido el vacío absoluto. Pero como esto no es cierto, ya que el Madrid ha seguido existiendo con mejor o peor fortuna e incluso metiendo últimamente goleadas de 4-0, no queda más remedio que recomendar al raulista que abandone de una vez y para siempre toda esta farfolla de atributos paranormales (nunca mejor dicho) y que empiece a darse cuenta de que el objeto de su idolatría es un jugador que está más acabado que la Charito, del que sólo queda una historia (convertida en Leyenda por obra del raulismo) digna pero remota (remotísima) en el tiempo.

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