20 noviembre 2006

EL PODER NO LE HA CAMBIADO… Política

Fue una de sus máximas en el discurso de investidura. Aquel discurso que aún tantos recordamos. El ansia infinita de paz, el diálogo permanente, el talante, el amejoramiento de los más desfavorecidos, y ese epitafio solemne con el que narcotizó al auditorio: “[…] y el poder… no me va a cambiar”. Aplausos. Algunos sospechábamos que, efectivamente, el poder no le había cambiado, suponiendo que nuestro “Dalái del pensamiento melifluo” era igual de simple antes ahora. Simple, “sin composición” dice el DRAE en su primera acepción. “Sencillo, sin complicaciones ni dificultades”, dice en la tercera. “Manso, apacible e incauto”, añade la 6ª. Y “Mentecato, abobado”, concluye la 7ª. Tómese en cualquiera de estas acepciones. Todas le describen. Pero a lo que voy, ahora estamos seguros de que el poder no le ha cambiado.

Como sabemos, ZP y familia, “antes del poder”, veraneaba en suntuosos destinos (medinas, palacios, alcázares, mansiones, o cuando menos en resorts cinco-estrellas-granlujo-superior), avituallados prolijamente con un séquito numeroso, vigilancia permanente, y además durante un mes entero seguido (me refiero al descanso estival; el invernal, claro, se prolongaba durante parte del mes de diciembre y enero completo). Sonsoles (Sonsi -La- para los amigos), que ha sido siempre muy deportista, aficionada a la natación y al buceo (deporte sencillo, simple también, muy propio de un familia de clase alta-alta tirando a muy alta, y progresista, eso sí, como son los Rodríguez), gustaba de desplegar sus habilidades en piscina privada (pues nunca sabe uno con quién está compartiendo piscina…) aunque sin alharaca ni artificio (en un estilo muy propio de este estrato social: con clase de-toda-la-vida y una sencilla y elegante discreción natural). Unos 20 sirvientes/as se llevaban los Rodríguez al merecidísimo relajo canicular. Nada de volar en aviones de esos de low-cost, por favor, qué plebeyez, por Dios! A las chiquillas las solían acercar a Londres fletando un vuelo (privado, naturalmente) a poder ser de las FFAA españolas, que donde esté lo español, ¿verdad?, que se quite todo. Las crías se quedaban tan contentas en sus “English private courses”, y ZP y parienta aprovechaban a menudo para darse una vueltecita por Harrods (porque donde esté Harrods, que se quite El Corte Inglés, Galerías Preciados, Simago y “el LIDL”, vamos…). Si había que paralizar el espacio aéreo de Londres con tan fausto motivo, pues se paralizaba (al fin y al cabo… que se jodan los ingleses, ¿no?, qué coño; sobre todo teniendo en cuenta que Blair es un gilipollas integral –Bono dixit-).

Otra de las aficiones de Doña Sonsoles también ha sido siempre cantar. Ópera y cosas así. Ya se sabe que las clases altas (aunque sean progresistas…) abominan de otros géneros que no sean de estirpe dorada. Y siempre ópera mejor que zarzuela; no porque se le diera mejor a la señá de ZP, sino porque eso de la zarzuela es una cosa casposa, rancia y, lo que es peor, muy española. Qué horror. Como digo, Sonsoles ha viajado toda la vida con la troupe con la que canta a los rincones más recónditos del planeta, y como es natural, su familia siempre la ha apoyado, acompañado y, lo que es más importante, siempre la ha admirado. No es para menos. En fin, que los Rodríguez siempre han sido una familia con su propio estilo (y nivel) de vida, que no ha variado ni un ápice por el hecho de que el patriarca haya accedido al poder, como dice él. Al contrario. Siguen veraneando en el Patrimonio Nacional (antes Real). Siguen haciéndose seguir de una veintena de criados (siempre se te puede resistir la tapa de un yogur, o puede hacerte falta que alguien rasque con la escobilla del váter los restos orgánicos). Sonsoles sigue fiel a sus hobbies: suele nadar en la piscina de un regimiento de la Guardia Civil (privando a este Benemérito cuerpo de su disfrute; qué se jodan!...), y bucea bajo la implacable vigilancia de la única patrullera disponible que había en Fuerteventura (mira que si se la come un tiburón, o una ballena…, uhhh!, ohhh!). ZP, por su parte, viaja al extranjero para deleitarse con los cantos de su señá (este mismo año voló Berlín, a cargo de las FFAA españolas, como ha sido siempre tradición en él), o para ir juntitos de shopping por London, o para lo que haga falta.

Pero ahora, como uno no puede trabajar con desaprensivos, le acaban de dar un disgusto tremendo a la familia Rodríguez. El personal de limpieza de la Moncloa se ha puesto en huelga porque no están dispuestos ha hacer lo que no tienen estipulado hacer. Qué desagradecidos! Qué barbaridad, ¿pero se dan cuenta de lo que están haciendo? Si tienen un patrón socialista! Si él, lo único que pretende es mejorar a los más desfavorecidos (amén del ansia infinita de paz)! Dice la servidumbre monclovita que el Presidente les obliga a cuidarle a las niñas, lavarle el perro, traerle el café, plancharle las camisas. Se quejan también de que la Vice-Vogue tiene a su servicio exclusivo tres muchachas, tres, dedicadas a servirle el café, meterle la comida en el catre, y para ir a El Corte Inglés a hacerle la compra. Desde luego, qué falta de respeto y consideración. Pero ay amigo, ¿qué pasa?, que los amotinados son ¿deeeee? Síííííí, de CCOO! A-ca-bá-ra-mos. Tenía que ser Ariel! Los antiguos correligionarios de López Garrido, qué vergüenza.

Con lo simple y sencillo que es el hogar del socialismo real de ZP y su Vogue-gabinete. Qué lástima, las limpiadoras de Moncloa no se dan cuenta de lo que ya sabemos todos: que a ZP, el poder no le ha cambiado!

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