18 noviembre 2006

LO DICHO… Sociedad

Comenté aquí abajo el otro día la crisis en la que está sumida la educación en España (si no se leyó el artículo “Crisis docente” recomiendo que se haga antes de seguir con este otro). Y lo dicho… Los padres de los alumnos (en este caso representados en/por la CEAPA) se oponen a que se tutele a los enseñantes de la misma forma que a una “autoridad pública”. La verdad es que el argumentario de los padres es asombroso, por decirlo en fino. Dicen que “hay que diferenciar entre los episodios de violencia y acoso, por un lado, y entre los comportamientos disruptivos de indisciplina y falta de respeto por otro” (sic). Vamos a ver. Tanto la violencia escolar (sea contra el profesor, que es de lo que se está hablando, como contra otros alumnos) es inadmisible. Y lo mismo cabe decir de ese comportamiento disruptivo (que anda que no se las trae la palabrita…) y de la falta de indisciplina. Al maestro hay que respetarle como si fuera el “Sumo Pontífice de La Minerva” (aunque no sea muy minervo). Todo lo demás es darle a los chavales luz verde para disrumpir contra el profesor. En cambio los padres de las criaturas no creen “que estos episodios puedan afrontarse, en ningún caso, otorgando autoridad policial al profesorado”. Sin comentarios. Tendremos que darles la razón a los que culpan a los padres (o mejor dicho, “a la permisividad de los padres”) del fracaso escolar de sus hijos. De sus propios hijos!

No obstante, la CEAPA tiene sus propias propuestas para atajar este sindiós. La solución, dicen, pasa porque “las administraciones desarrollen políticas globales (¿?), que eviten situaciones de exclusión (¿?), si se fomenta la comunicación familia-escuela (¿?), si se mejora la formación del profesorado en resolución de conflictos (¿?) y se educa a los alumnos en la diversidad (¿?)”. Sí, sí, léase dos veces (por lo menos), la gente normal no entendemos este tipo de cosas así como así. Entre tanta “disrupción” y tanta “política global” uno no sabe a qué atender. Qué locura.

Vamos a ver… ¿Cuál es esa política global que evite que los mocetes sacudan al profe?, ¿la de no apoderar al profesor con la suficiente autoridad como para que los sinvergüenzas de los adolescentes se le suban a la chepa?, ¿la de mantenerle en el estatus que goza actualmente, es decir, la de mero “cuidador” o “vigilante”?

¿Qué es eso de tratar de evitar exclusiones?, ¿exclusiones de quién?, ¿del profesor?, ¿ese profesor al que la propia CEAPA margina de todo compromiso educacional al que tanto subestima?

¿Qué tipo de comunicación es esa que debe existir, según estos iluminados, entre familia y escuela?, ¿siendo los padres los que impongan su ley?, ¿sentenciando que el profesor ni debe tener el tratamiento de “autoridad” ni nada que se le parezca? Joder con los del diálogo. Otros…

¿Cómo se forma al profesorado en la resolución de conflictos?, ¿por medio de la psico-dominación de los alumnos?, ¿por medio de alguna especie de hipnotismo de sumisión? Es como pretender que Ángel Cristo domase a los tigres con “diálogo”, “buenas palabras” y, lo que es más importante, sin látigo!

Y ¿a qué viene eso de educar a los alumnos en la diversidad?, ¿quiere eso decir que hay que convencer a estos salvajes de que no deben apalizar al típico alumno feucho, un poco tonto, un tanto lerdo y con las orejas grandes? Los milagros a Lourdes, señores.

Lo dicho… Si una de las obligaciones de los padres es la de “educar a sus hijos y procurarles una formación integral” (artículo 154 Código Civil), no cabe duda de que a muchos habría que revocarles la patria potestad mañana mismo.

P.D. A algún lector audaz le habrá sorprendido la fotito con la que se ha ilustrado este artículo. La razón es más simple de lo que parece. Si uno busca en las “imágenes de Google” el término “CEAPA”, la primera de las que aparecen es precisamente esta. Sucede lo mismo que si uno teclea “ladrones”: los resultados remiten a la SGAE.

A la vista de esto, he considerado que el retrato de las cebollas describe magníficamente a los protagonistas del artículo: los padres (unos auténticos cebollones), y sus hijos (unos perfectos cebollinos). Toma niñooo...!

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