26 octubre 2006

IDEOLOGÍA Y COHERENCIA. Política

Sólo los huérfanos intelectuales tienen una ideología. Ideología entendida como un bloque único, como un “ideo-pack”, una especie de fortaleza ideológica en la que nada sale y nada entra, salvo las consignas del respectivo grupo de influencia (partido, secta, logia, etc). La “ideología” es eso de “yo jamás votaré a…” (generalmente al PP), para que nos entendamos. Es decir, la ideología es una especie de secuestro intelectual llevado a cabo por el sujeto paciente en su propia casa. Delirante y penoso. Pero como diría aquel: “con eso se ahorra tener que pensar”. Esa es la clave. Pensar cuesta y más si descubres algo que no te gusta.

Hay otro tipo de personas (no sé si aún peor) que dicen tener una ideología (como si ello supusiera virtud alguna) pero la abandonan como esas cuentas de correo electrónico que nos hacemos todos en algún momento para eludir nuestra identidad y que pasados un par de meses ya no recordamos ni el nombre ni la contraseña. A Javier Arenas le pasa esto. Un hombre de principios, con una ideología, y tal. De pena. Tras poner a caldo (con toda la razón del mundo) la denominación “nacional” del Estatuto de Cataluña, y después de decir, literalmente, que “la única realidad nacional que conoce es la de España”, va, y vota el Estatuto de Andalucía aderezado con el término “realidad nacional” dentro, eso sí, de la nación española (sic!).

Si bien las ideologías no exigen ni rigor ni coherencia interna, los hechos y las palabras sí. Traicionar a aquellas o éstas es traicionarse a sí mismo. Es estar cautivo en tu propia casa, jugando al escondite contigo mismo.

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