18 julio 2007

CORREA Y EL CAPITALISMO. Política

Rafael Correa es el presidente de Ecuador y uno de los alumnos aventajados del gorila rojo de Caracas que en sus aún pocos meses de mandato ha hecho gala de su talante deshaciéndose de la disidencia mediática y política a mayor velocidad, si cabe, que la de su tutor venezolano. Para el que no conozca al sujeto, baste decir que entre sus dogmas de cabecera se encuentran dos: el antiamericanismo, por un lado, y el anticapitalismo, por otro. En cuanto a lo primero me remito al excelente (cómo no) libro de Jean-François Revel, “La obsesión antiamericana” reciente editado por Tendencias (2007) sobre el que nada tengo que añadir, salvo loas. Pero en cuanto al anticapitalismo sí me gustaría apuntar algunas cosas.

El anticapitalismo, por empezar por la base, es una de las doctrinas más peligrosas de la actualidad. Y lo es por una razón tan sencilla como irrefutable: porque la Historia lo ha demostrado durante las últimas décadas. Uno puede seguir pensando que los bancos, la economía de mercado, y la libre y segura competencia son las causas de todos los males de la humanidad. Ahora bien, como explica magistralmente Revel, los países más míseros de los últimos 50 años son, precisamente, aquellos en los que ni la banca ha podido actuar conforme a los principios de la economía de mercado real, ni donde la libre y eficaz competencia ha existido remotamente.

Una de las medidas centrales del mandato de Correa es el de la Ley de Justicia Financiera. El nombre lo dice todo: consiste en sustraerles a los bancos la liquidez para que ésta sea administrada (con justicia, claro está) por una Junta bancaria, dirigida (claro está también) por él mismo, por el Presidente. Comunismo puro (y “duro”, como les gusta decir últimamente a la progresía afecta). Se trata de una de esas medidas calamitosas a través de las cuales los fondos bancarios (expropiados de facto sin justiprecio!) irán a parar a los miembros del régimen y allegados. No se piense con ésto que la causa del cataclismo de toda centralización financiera es la corrupción de la clase dirigente (que también), sino la imposibilidad absoluta de determinar a dónde tienen que ir a parar los recursos ajenos y la esclerosis económica que ello produce de forma inmediata.

El colmo del cinismo más trágico y mendaz llega cuando el propio presidente ecuatoriano arenga nada más apearse del avión en Barajas a los ecuatorianos que le dieron la bienvenida: “Ustedes son personas (sic), dramas humanos. Ecuador no lo mantienen los ricos ni los banqueros; ecuador lo mantienen ustedes, los pobres, los emigrantes”. Qué catarata de barbaridades! Veamos. En efecto, a España, a diferencia de Ecuador, no la sostienen los pobres (por definición, lo pobres no se sostienen ni a sí mismos, por eso les tienen que sostener otros: los demás); a España la sostienen los ricos y los banqueros, para los que trabajamos los demás y de cuyo éxito participamos! Por eso los ecuatorianos tienen un puesto de trabajo en España, porque son los ricos y los banqueros (como dice Correa) los que crean esos puestos de trabajo en los que “los pobres del Ecuador” no lo son en absoluto en España. Al contrario, les da para vivir y para enviar a sus familias una parte de sus ingresos, equivalentes al doble de un buen salario en Ecuador. Gracias a los asquerosos constructores del “ladrillazo” (…no puedo con esta expresión, de verdad…) y a los repugnantes “ricachos” de esos centros comerciales que tanto critica Saramago (“la caverna” los llama…), gracias a toda esta gentuza, y no gracias a las decisiones centralizadas de nuestro Gobierno, es a lo que los “pobres de Ecuador”, esos “dramas humanos en Ecuador”, son en España trabajadores de la misma condición que los nosotros, los españoles, nefastos apologetas de este “capitalismo salvaje” (cómo no) al que tienen que emigrar todos esos compatriotas de Rafael Correa a los que el socialismo, el anticapitalismo y la corrupción han convertido en esos “dramas humanos” a los que se refiere este mequetrefe, y a los que España está permitiendo que se beneficien de su “capitalismo” para mantenerlos a ellos y al mismísimo Ecuador, como él mismo admite. Paradojas de la vida: un régimen anticapitalista sostenido por otro capitalista.

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