
La anécdota me vino ayer a la cabeza tras leer un artículo de Fernando Cortés que publicaba ABC titulado “El PSOE regala teles de plasma”. Por lo visto, 2.500 euros es lo que vienen a costar estos aparatos. E igual que el columnista de ABC, que presume que este dinero lo invertirán los papás en estos caprichos, servidor se adhiere a tal presunción por una sencilla razón, a saber: por la forma de pago de este “pan” natalicio. No es un aspecto secundario el de la forma de pago de los 2.5000 pavos, en absoluto. Al contrario. Me parece espléndido que las cosas se regalen: ya sean 2.500 por hijo; ya sean las 3 primeras anualidades de la hipoteca (cosa que no sucede pero que podría suceder); o ya fuera la habitación de una pensión para practicar el ayuntamiento uxorio de aquellos que no tengan dónde regocijarse en el disfrute recíproco de sus cualidades sexuales (que diría Kant). Todo gratis!
La oferta de ZP a favor de los próximos neonatos es una verdadera populachada, más propia del programa Aló Presidente que del responsable de un Gobierno medianamente sensato. ¿Justificada? Sí, pero insisto, tan fundada como esas otras ayudas a las que me acabo de referir. O dicho de otra manera: siempre es mejor que te regalen 2.500 euros a que no te den nada. ¿Planificada? No, en absoluto. Si lo que se pretende es fomentar la natalidad (cosa que no se fomenta con esta limosna), el incentivo debería ser de muchísimo mayor calado y ambición. Una entidad bancaria no puede pretender captar capitales ofreciendo a los nuevos clientes un llavero el día de la firma del contrato y un interés del 2% durante el resto del depósito. De modo que los 2.500 euros no suponen en modo alguno una medida de fomento de la procreación sino más bien un "premio" a los procreadores. Algo así como el 10% de descuento de los libros comprados durante la feria del libro. Pero lo más nefasto de todo no es que la dádiva gubernamental pudiera invertirse en mejores ocurrencias (como la gratuidad de las guarderías, eso sí supone una ayuda real!) sino ¡que se abone mediante cheque!
Vamos, el caso del gitano. Un caso que, a fin de cuentas, no es más que una de las mil variantes de nuestra célebre picaresca nacional.
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