13 noviembre 2007

DICTADURA SÍ: LA DEL PROLETARIADO. Política

El 13 de noviembre, Joan Herrera, portavoz del grupo de parlamentario de IU-ICV en el Congreso de los Diputados, pronunció unas palabras bastantes sensatas:

"Es una vergüenza que en España se permita a los grupos ultraderechistas salir a la calle con banderas nazis con toda impunidad. Es lamentable que en España aún se permitan, con total impunidad, manifestaciones de carácter fascista, nazi y xenófobo, además de las de exaltación del franquismo. Es una vergüenza que España sea el único país de la Europa Occidental donde se pueda negar el holocausto y donde se permite salir a la calle con carteles racistas y con banderas nazis con toda impunidad".

Dejando a un lado la obsesión de la impunidad en la que insistía el diputado verdi-rojo, coincido en que este tipo de manifestaciones son aterradoras. Existe, como en otros muchos casos, una línea muy fina entre la libertad de expresión y la apología delictiva. Ahora bien, aun cuando se pudiera estar de acuerdo con Herrera en general, olvidó un insignificante género de manifestaciones: las soviéticas. Cuando digo soviéticas me refiero, claro está, a la apología de la dictadura del proletariado, esa que en el siglo XX le costó la vida a cerca de cien millones de inocentes. Esa misma que defienden en la coalición del líder ecologista catalán.

Este razonamiento tan intelectualmente estéril de censurar (con razón) los movimientos nazis y aplaudir (gratuitamente) a los antinazis (que son igualmente nauseabundos aunque de signo contrario, lo cual nada dice a su favor) descansa en una deducción lógica tan estúpida como esta:

1- Los nazis son malos.
2- Todo aquello que se opone a la maldad es bueno.
3- Los antifascistas se oponen a los nazis.

Conclusión: los antifascistas son buenos.

A partir de ahí, cualquier agrupación de nostálgicos de la Unión Soviética, del anticapitalismo, del dirigismo, de la auténtica alienación de individuo en beneficio de la colectividad, e incluso del estalinismo o el maoísmo (cuyas Web, que no escasean, pueden visitarse tranquilamente desde casa), es decir, cualquier grupo de fanáticos del totalitarismo más cruel que ha existido jamás, son automáticamente “buenos”. Muchas veces me he preguntado cómo es posible no ya que no les de vergüenza a toda esta gente hacer apología de la URSS y de sus derivados, sino que además sean tratados con la mayor indulgencia (impunidad, que diría Herrera) por los medios cuando no directamente con alabanzas por ser los defensores de esas “utopías perdidas” en las que muchos, socialistas de todos los partidos, aún siguen pensando en sus ratos libres.

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