10 marzo 2007

BANDERAS Y EXTREMISMOS. Política

Como explicó Revel, la izquierda siempre ha empleado la táctica de designar “extrema derecha” a todo lo que detestan. En verdad, Revel se refería a “la eterna amenaza del renacimiento del fascismo”, término que en Francia tiene, si cabe, peor consideración aún que en España. Aquí basta con lo de “extrema derecha”. Se empieza por lo de “derecha extrema” (como si fuera distinto!), se sigue por lo de “extrema derecha” y se acaba, como se acabará, llamando fascista a todo aquel que ose criticar la impecable moralidad del argumentario de la izquierda. Ahora estamos en la segunda fase, es decir, en la de la “extrema derecha”.

Lo que ha dado pié a la gauche divine para enconar sus invectivas hacia los oponentes ha sido una manifestación convocada hace poco por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, secundada por el PP, en la que, por lo visto, se asomó alguna que otra bandera nacional con el águila. Y digo yo ¿cuál es el problema? ¿Es que no puede uno manifestar sus ideas? No, dicen los izquierdistas. No, si lo que se defienden son posiciones derechistas. Y digo yo ¿qué pasa, que uno no puede ser derechista, o qué? Porque de ahí al delito de opinión va un paso.

Aclarémonos. Tan preconstitucional es la bandera del águila como la de la de la 2ª República. Es más, sólo esta última es estrictamente inconstitucional al ser nuestro Estado una “Monarquía Parlamentaria” y al venir descritos los colores de la bandera nacional constitucionalmente (que incluso se ocupa de especificar la anchura de sus franjas). Pero parece que sólo hay litigio con la bandera del águila, no con la tricolor republicana ¿Qué representa el águila? ¿A Franco? Algunos de los que las blanden seguro que están por la resurrección del “caudillo”, pero otros simplemente son derechistas que, no se nos olvide, es exactamente igual de legítimo que ser izquierdista. Dos ismos, al fin. Pero no. El derechista es, de propio, un extremista, mientras que el izquierdista es un luchador de la libertad, un guerrero de la Utopía, un simple rebelde (con causa, naturalmente) o alguien “que vive de forma alternativa”, como ha asegurado recientemente alguna secretaria de Estado (iluminada) con ocasión del affaire okupa. En cambio, sacar a la calle una bandera con el águila imperial es fascismo puro y duro.

Algún y alguna “intelectual de cursillo” con cuota de pantalla han salido al paso de los que defienden la exhibición de la bandera nacional con el águila argumentando (qué decrepitud intelectual, qué cortez) que “cómo va a ser lo mismo abanderar la insignia de un régimen democrático, como es una República, que la de una dictadura”. Oh ignorancia! ¿Cuándo nos enteraremos de que cualquier ciudadano tiene derecho a tener sus propias ideas y a manifestarlas por medios pacíficos? ¿Cuándo se caerá en la cuenta de que tan lícito es anhelar un futuro régimen estalinista, neo-franquista o independentista republicano de corte marxista? Sí, no se asuste. Lo primero lo defienden los miembros de la actualmente llamada “izquierda abertzale” (antes ETA-Batasuna). El régimen independentista republicano marxista es postulado por partidos como Aralar o ERC. ¿Ve como no es tan grave? Ah, ya: que una cosa es defender estos regímenes “democráticos” y otra muy distinta añorar la vuelta de un sistema derechista. En este sentido hay que tener en cuenta algo: estoy absolutamente seguro que casi nadie de los que pasean al águila por la calle son partidarios de una dictadura. Es cierto que estarían, supongo, a favor de un Gobierno caudillista, pero elegido por ellos, es decir, democráticamente elegido. De acuerdo, podrá alegarse contra esto que a Hitler también lo eligió democráticamente el pueblo, sí; pero lo mismo que a Hugo Chávez, con el agravante de que éste (tras sus intentos golpistas; qué raro, si los de izquierdas nunca…) se ha parapetado tras una especie de figura reencarnada de Simón Bolívar, cuando no pasa de ser un dictadorzuelo de medio pelo, que, por cierto, suelen ser los más peligrosos. Pensemos en Le Pen, el ejemplar de la auténtica “extrema derecha” más cercano a nosotros en el espacio. ¿Se dedica a dar golpes de Estado? Más aún ¿sus partidarios se organizan para tomar el Eliseo con cuchillos y palos? No, se limitan a intentar votarle. A intentar votarle. Sí, señora, a votarle democráticamente. ¿No ve como ser de extrema derecha ya no es lo que era...? En cambio, ser de extrema izquierda sigue siendo, lamentablemente, lo que ha sido toda la vida: la revolución, con todo lo que ella conlleva.

Dicho de otra forma ¿por qué es superior moralmente ser de izquierdas a ser de derechas? Es decir, ¿por qué causa más nausea la “extrema derecha” que la inocente “izquierda abertzale”? Al fin de cuentas, la derecha es “extrema” mientras que la “izquierda” (siempre con esa vergonzosa indulgencia que denunció Revel) es simplemente “abertzale”, o sea, nacionalista. Nacionalista, nada malo; gente librepensante, que critica la sociedad en la que vive y el sistema “establecido” (en el que viven, por cierto, bastante mejor que los que ocupan casas). Gente de bien, al fin.

En cambio, la derecha es tema aparte. Es sencillamente inadmisible, lo mismo en cuanto a sus medios como a sus fines. Afortunadamente, el extremismo de derechas y el de izquierdas (igual de repugnantes ambos), son tan insignificantes como la admiración que un servidor profesa, por ejemplo, hacia Doña Maria Antonia Iglesias, el Oráculo Moral del extremismo intelectual patrio, si se puede calificarse como tal lo que farfulla esta individua en sus performances tertulianas.

Pero lo admito: soy de extrema derecha. Voto al PP.

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