
Puede alegarse contra esto que el PP ha pasado a ser lo que ellos criticaron del PSOE durante el Gobierno de Aznar, a saber: unos pancarteros. Ahora los pancarteros son los pijos, mientras que los desheredados del mundo y los parias sin pan son los que censuran (sí, censuran!) el libre ejercicio del derecho a protestar, primero, y de manifestarlo por la calle cuando quieran, segundo! Sin embargo, aquí el PP tiene ventaja, de una de las pocas ventajas de las que goza desde el punto de vista propagandístico. El pancarterismo es algo tan ínsito en la esencia socialista como el olor a sobaco de un butanero a las 2 de la tarde un día de agosto. Es más, el pancarterismo socialista huele exactamente igual. Pancarterismo de viserita de la UGT, de CCOO y de consigna arrabalera anticapitalista. El PP no. Al PP, mira tú por dónde, le quedan bien las manifestaciones, con sus banderas, sus viejecitas de abrigo de visón (esas que le agraden a Pepiño Blanco) y con todos aquellos que han descubierto que las manifestaciones sirven, además de para reclamar lo propio, para dar porculo al Gobierno.
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