11 diciembre 2006

LIGAR CIENTÍFICAMENTE. Sociedad

Hay tesis interesantísimas en Internet sobre cómo ligar. Uno, que siempre ha sido bastante zote en estos menesteres, más por escepticismo y extrañeza que por otra cosa, de lo único que puede presumir es de haberse dejado seducir (sin poner obstáculo alguno, salvo contadísimas excepciones) por alguna que otra señorita. La cuestión es que la lectura de estas teorías me ha hecho reflexionar otra vez sobre el asunto y he decidido dejarlas aquí plasmadas mis conclusiones para el público en general.

A los 20 años teníamos varias hipótesis sobre el asunto, siempre desde un punto de vista estrictamente dogmático, claro, porque desde una perspectiva pragmática, la cuestión ni tenía ni tiene discusión alguna: si le gustas a la chica, le gustas, ya está, y punto. Pero como eso no se daba (ni se da) con demasiada frecuencia, discurrimos, cavilamos y al fin ideamos, una hipótesis que explicase y describiese “el fenómeno del ligue” entre hombres y mujeres.

Se trata de una hipótesis que se sirve de la Teoría Macroeconómica para encontrar respuesta a tal enigma, y que puede ser presentada, analíticamente, en los siguientes términos: “las probabilidades de ligar con una chica dependen del juego de la oferta/demanda; están motivadas por la ecuación inversión/rendimiento; y se alcanzan sobre los parámetros del precio/oportunidad”.

Esta sería, en general, la enunciación de la función fenoménica para “ligar con una chica”, que además respondería los aspectos funtamentales a considerar: 1) las probabilidades de éxito de la inversión, 2) los costes de ésta y 3) el momento pertinente para llevar a cabo la misma. Esta función económica queda enervada automáticamente por un hecho que he denominado “perspectiva dogmática”: si le gustas a la chica, ni procede la inversión (o es mínima), y el precio, en consecuencia, es cero, o insignificante. Aunque esto no tiene por qué suceder siempre. Al contrario, nuestra hipótesis parte de los casos en los que no concurre esta suerte. Pero expliquemos las ecuaciones y las funciones apuntadas.

1) Oferta/demanda. La relación (macroeconómica) que se da entre chicos y chicas es la de la oferta y la demanda. Es una función sencilla y parte de dos hechos incontrovertibles: las chicas están muy demandadas, lo que hace a su vez que la oferta (por su parte) sea escasa. En cambio, en los chicos, el fenómeno es el inverso: estamos ínfimamente demandados, y consecuentemente no nos queda otro remedio que ofertarnos. Nuestra oferta equivale a la demanda que padecen ellas, y la oferta que nos hacen es inversamente proporcional a la demanda que hacemos de ellas. De esta forma, y mientras la oferta y la demanda se mantengan así (ya que no tiene visos de cambiar sustancialmente) partimos de una hipótesis válida.
Debe tenerse en cuenta que esta función oferta/demanda se fundamenta en la Ley de los Vasos Comunicantes: la oferta y la demanda nunca son iguales, sino que la una crece en la medida que la otra decrece, y viceversa. En nuestro caso se comprueba esto fácilmente ya que la oferta que hacen las chicas (de sí mismas) es (casi)siempre exigua, mientras que, correlativamente, la demanda que hacemos los chicos (de ellas) es elevada. De ahí que nuestra tesis sostenga que “las probabilidades de ligar con una chica dependen del juego de la oferta/demanda”. O dicho de otra forma, mientras la función oferta/demanda siga como la acabamos de describir, la posibilidad de que un chico conquiste a una chica, aun siendo difícil o muy difícil, dependerá de los otros parámetros indicados: el precio, y el resultado de la función inversión/rendimiento.
Ahora bien, si la función oferta/demanda cambiase, y la oferta femenina se incrementase tanto como lo está actualmente la masculina, ésta caería hasta el suelo, es decir, las chicas se nos tirarían al cuello por la calle, con lo que no tendríamos que ofertarnos a nosotros mismos ni, consecuentemente, tendríamos que demandarlas a ellas como ahora. Lógico.

Esto es indiscutible, o por lo menos indiscutible en términos generales, porque ya imagino que todos conocemos un par de casos en los que el fenómeno es, o ha sido, justamente el inverso. Dos gotas en el océano.

2) Precio/oportunidad. Para que nadie/a se sintiera ofendida, quizás, más que de precio deberíamos hablar de coste. El coste, como su propio nombre indica, comprende la cantidad de esfuerzo (físico, psíquico y económico) que hay que satisfacer para que la chica acepte nuestra oferta. Si tardas dos minutos en ligártela, el coste será mínimo; pero si ella te exige un esfuerzo prolongado que se demore durante semanas, meses o incluso años, el coste será elevadísimo, o incluso impagable.

El chico, al elegir a la chica y preparar su inversión, debe (o debería) valorar en primer lugar el coste. Lo mismo que en cualquier otra inversión. De ello se derivan dos posibilidades lógicas: 1ª) que el coste sea bajo, o que por el contrario 2ª) el coste sea alto.
En el primer caso no se presentan problemas de enjundia: debe invertirse, es decir, pagar el coste; ya que, por pobre que sea el rendimiento que nos dé la moza, la inversión nunca será deficitaria. Por el contrario, cuando el coste es alto, el inversor puede tomar, a su vez, dos caminos: a) invertir, sin reparar ni en el coste ni, por consiguiente, en el rendimiento (aun cuando se arriesgue a que este último sea cero, o incluso inferior), o b) valorar la inversión en función del rendimiento (inversión/rendimiento). La primera de estas disyuntivas ni es aconsejable ni conveniente. Es lo mismo que querer comprarse una casa en Palm Beach cuando ganas 1000 € al mes, y pagas 600 de la hipoteca de tu casa, o sea: un suicidio, en el que no sólo se pierde el tiempo, sino lo que es peor, la dignidad y el decoro. En cambio, si el coste es alto pero viable puede ser conveniente invertir. Eso sí: siempre que se valore fríamente el rendimiento, como inmediatamente explicaré.

La “oportunidad”, por su parte, es una oferta esporádica, una rebaja, o un saldo, como se quiera. Es decir, la oportunidad sería la posibilidad de ligar con una chica a coste cero a causa de una oferta excepcional que la chica nos hace, sea accidental o premeditada. El caso sería más o menos el caso de la chica a la que le gustas. Ella te señala, te elige, se acerca hacia ti y te dice “me gustas mucho, ¿nos enrollamos?”. Esto es lo que llamamos una oportunidad (que no se puede dejar escapar), y que como digo, equivale a un coste cero, por lo que la inversión no existe (la que invierte es ella), y el precio tampoco: es un regalo.

Dice Baltasar Gracián: “No echa a la presa el buen cetrero más rapiña de la que ha menester para darle caça”.

3) Inversión/rendimiento. Es la ecuación esencial. La inversión debe valorarse en función del coste y del rendimiento previsible. Ahora bien, la valoración de la inversión no es para todos igual, ya que si bien el coste es igual para todos (cada cual en su caso), lo que varía es la rentabilidad. Es decir, mientras para algunos puede merecer la pena invertir 3 para obtener 4, para otros no es atractiva la inversión aun cuando les dieran 8, es decir, el doble. En tal caso, lo que debe hacerse es, o bien desestimar la inversión o bien buscar otra de menor coste, que es lo más interesante, bien entendido que se seguirá persiguiendo por lo menos el mismo rendimiento que en la primera. Por ejemplo, si no resulta interesante una inversión en la que el coste es 3 si se recibe 8, tampoco lo será aquella en el que la inversión sea de 2 y el rédito de 7; aunque sí lo sería la que exigiera un desembolso de 2 y rentase 8. Pero eso lo debe valorar cada uno. Generalmente el varón tiende a reducir costes, esto es, a conformarse con un rendimiento mínimo aunque suficiente (por ejemplo, invertir 3 y obtener un rendimiento de 3, en cuyo caso los costes se igualan al beneficio… pero tienes novia!).

Ha de advertirse que cuando hablamos del rendimiento, no nos estamos refiriendo a las labores o servicios que vamos a obtener de la chica, sino al resultado de la inversión. Es decir, cuando hablamos de rendimiento nos queremos referir a la valoración que hacemos de la inversión, o sea, hasta qué punto ha merecido la pena la inversión, valorada, digamos, del 1 al 10.

Epílogo

En esta teoría, cierta en sus razonamientos, pueden concurrir una serie de aspectos accesorios que no podemos valorar, ya que la casuística en inestimable. Pero podemos afirmar que es directamente aplicable al 80 (o más) de los casos. Ciencia, simplemente ciencia.

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