05 septiembre 2006

COMIDA BASURA. Sociedad

A la “comida basura” le ocurre lo mismo que a la “tele basura”: todo el mundo habla de ellas sin saber lo que son. Párese usted a pensarlo por un instante y reflexione sobre ello. La cosa es que leí el otro día una noticia sobre una campaña que va a iniciar el Ministerio de Sanidad para prevenir el colesterol y la obesidad, para lo cual, uno de los primeros pasos será reunirse con los responsables de la industria alimentaria para intentar rebajar el estiércol de la comida basura. La noticia venía ilustrada con la foto de una hamburguesa (que por cierto tenía una pinta cojonuda). Fue entonces cuando me plantee seriamente lo de la “comida basura” porque entre esa imagen y la basura existe un trecho kilométrico.

Cuando la gente habla de este tipo de comida suele referirse de forma unívoca y tácita al género del “fast food” (la comida rápida, para que nos entendamos), “to take away” (para llevar) o para papear in situ. De parecida forma, cuando se habla de “telebasura” (toojunto) también encerramos en el término una idea común: “programa no cultural”. Pero pensemos: ¿Cuántos programas “cultos” conoce usted?, más aún, ¿cuántos de ellos consume usted habitualmente?, o ni eso: ¿y de forma esporádica? Somos unos verdaderos paletos! Lo único que nos parece “cultural” son los documentales de “La 2” y somos tan cafres que, encima, no tenemos reparo alguno en confesar que son “ideales para echarse la siesta”. Hay que joderse!

Me explayé hace tiempo sobre lo que considero “telebasura”, pero sintetizando diré que este género es, grosso modo, aquel en que no se respeta la dignidad ni el honor, no ya de los presentes, sino cualquier persona, terceros, cuartos, etc, ya lo dirija y presente Teresa Campos (Celestina de la zafiedad de alto octanaje) o Yola Berrocal. Eso es basura: la falta de respeto a las personas y a las cosas. Pues bien, la “comida basura” es algo parecido. El error es identificar “comida basura” con “fast food”. Las hamburguesas del “Mac” o los “donner” de los “paquis” son tan sanos o tan basura como el chorizo de Salamanca o el salchichón del Pamplonica. Ni más ni menos. Tan sanos o tan basura como la mantequilla de Soria o el lechazo de Aranda. Como la mortadela siciliana o el fuagrás de los Cameros. Grasa, grasa y más grasa. Si bautizamos con el apelativo “basura” a lo uno, deberíamos atribuírselo también a lo otro.

El esnobismo es tan atractivo como grotesco, pero la coherencia exige que cosas iguales reciban el mismo trato. Si la grasa es “basura” (que lo es), todos los alimentos ricos en grasa, desde la chistorra hasta los huevos estrellados de Lucio, deberían quedar proscritos por los siglos de los siglos. Pero parece que no es así. El Ministerio de Sanidad, que hace bien en preocuparse por estos temas, debería ser más consciente de que no importa tanto la cualidad como la cantidad. Es decir, lo grave no es comerse una “Whopper” o zamparse una chuletada una vez a la semana, lo grave es hacerlo a diario. Una vez que entendamos esto concluiremos que tan basura es lo uno como lo otro, la cuestión, pues, está en lo aficionado que cada uno sea al fuagrás camerano o al kebab iraní.

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