05 septiembre 2006

DISTINGUIR LA PAZ DE LA GUERRA. Política

Acusó ayer ZP al PP de no saber distinguir estos dos Conceptos. Exageración típica de “mitin tardoestival de pueblo” que, en principio, no pasaría de ser una más de esas bravatas recíprocas que se dedican nuestros políticos a diario. Sin embargo, las palabras del presidente del gobierno de la nación no deben tomarse nunca a la ligera. Nos dimos cuenta hace tiempo que cualquier vocablo salido de la boca de nuestro “Redentor de la Verdad” suelen tener doble (o incluso triple) fondo. Y digo “en principio” por dos cosas: primero, porque cualquier impúber te sabe explicar, con más o menos soltura, qué es la paz y qué es la guerra, y segundo, porque si ZP formula tal acusación al partido de Rajoy, suponemos, sensu contrario, que él sí conoce tal diferencia.

Que ZP es “El Genio de los Conceptos” lo sabemos todos los que conocíamos los Conceptos antes y los hemos tenido que redescubrir otra vez ahora. Ahora, la guerra ya no es la guerra, ni tampoco la paz es la paz. Ahora, la guerra es lo que el “socialismo de balconcillo” dice que es la guerra, y la paz viene a ser algo así como ese “marido ejemplar” que sólo sacude a la parienta una vez al mes (“lo justo” y porque se lo merece, claro). Es decir, la escena de una película de terror en la que, cuando viene el susto, uno cierra los ojos y contrae el esfínter posterior.

La paz y la guerra son dos conceptos, como la mayoría, sometidos al universo particular de lo que uno piensa del resto de las cosas, es decir, del universo general. Pero no. La guerra y la paz son lo que son, no lo que nosotros queramos (o nos conviene) que sean. Eso ha sido así desde que el hommo non erectus se hostiaba a garrotazos con sus congéneres por comerse una ciruela, pongamos. La paz, justamente lo contrario. Pero vayamos a los Conceptos. Soy de los que piensa sin serias dudas (a la espera de que se me demuestre lo contrario) que la naturaleza del hombre es violenta. Y esto también es así desde nuestro citado antepasado. Pero no hace falta ir tan lejos. Desde que el ser humano aún no era tal, sino un mísero gusanillo, ha habido guerra. Y hoy seguimos exactamente igual. Es cierto que nosotros disfrutamos de más ratos de paz que de guerra, pero igual de cierto es que la guerra sigue existiendo. La paz es, pues, el periodo de tiempo exento de guerra. Por eso, la paz puede ser más o menos prolongada, pero en la medida que no exista guerra, existirá la paz, aunque sea la del campo de los cipreses.

El verdadero problema que entraña la guerra es el de su moralidad. No se caiga en el error de que los Conceptos de “moral” o “ética” son antitéticos con el de “guerra”. En absoluto. La guerra tiene muy mala fama, con justicia. Pero sólo es la fama. Aun partiendo de la faz negativa de la guerra podemos preguntarnos: ¿tiene algo positivo la misma? Lo único positivo que puede conllevar la guerra es su resultado. Si atendemos al resultado sabremos si la guerra ha sido positiva o negativa. Se pensará inmediatamente que no recordamos ninguna guerra que acabara “bien”, y quizá sea perfectamente cierto. Pero también hay que tener en cuenta que debemos atender al caso concreto.

Alguno, hasta lo que aquí se ha dicho, estará tirándose de los pelos y el corazón se lo empezará a notar a la altura de las anginas. Calma. Pensemos un poco. No estereotipifiquemos los Conceptos. Veamos. Planteemos al votante socialista la siguiente pregunta: ¿para qué tipo de asuntos estaría usted dispuesto a que las tropas españolas intervinieran fuera de nuestras fronteras? Anticipándome a la respuesta, propondré una bastante verosímil: “Para misiones de paz”, diría nuestro socialista interpelado. La cuestión es que “las misiones de paz” son uno de esos otros Conceptos volubles con los que los “pacifistas de pancarta y puchero” despachan airosamente cualquier debate sobre el tema. Lo que no se toma en cuenta en estos casos es que las llamadas “misiones de paz” no son “misiones en la paz” sino “misiones para la paz”. Es decir, no conozco destacamento militar alguno, ni propio ni extraño, que acuda allí donde se este “en paz”, sino donde existen conflictos, precisamente para lograr la paz, y mantenerla. Las propiamente llamadas “misiones de paz” son todas aquellas en las que la guerra no juega papel alguno. Son “misiones de paz” porque no hay guerra. Tal es el caso de las maniobras dirigidas al auxilio de la población en caso de catástrofes, inundaciones, incendios, etc, de los que en España, afortunadamente, no tenemos muchos casos recientes que contar. Eso son “misiones de paz”: portar mantas, víveres, fletar buques de salvamento, nutrir a poblaciones aisladas o inanes, construir y reparar rutas de transporte, proporcionar combustibles, mantener expeditas las vías de comunicación, etc. Eso son “misiones de paz”. El resto de los quehaceres de los tres ejércitos son empresas armadas sin posibilidad de admitir eufemismo alguno. Para repartir galletas ya están las “Sisters of Mercy”.

Resulta ahora que “el socialismo pacifista de tartera y aparcacoches” va a enviar un contingente de los nuestros a Líbano para una “misión de paz”. De acuerdo, es un compromiso con Naciones Unidas y debemos contribuir como ellos lo harían por nosotros (…), pero que nadie nos intente vender el “loro lenguaraz” cuando el loro es mudo. La legalidad o ilegalidad de la “misión” es un argumento peregrino que intentaré desmontar con mucho gusto en otra ocasión, lo mismo que el tema de la “moralidad bélica”. Mientras tanto, no estaría mal que la “progresía de chófer y chalé” organizara una nueva rebelión callejera con cacerolas y “Goyas”. Más que nada… por coherencia.

No hay comentarios: