14 enero 2006

TRANQUILO, NO MUERDE. Política

Desconozco si don José Luís Rodríguez Zapatero tiene idea, siquiera remota, de lo que está a punto de perpetrar. Lo desconozco porque aunque él aparenta una tranquilidad cuasi-siniestra, los demás estamos agarrados al reposabrazos de la silla. Cada gramo que se nos da a conocer del Estatut nos pone la piel de punta (el pelo ya no es suficiente). Sin embargo, él no se descompone y nos tranquiliza una y otra, y otra vez. Si se agrega que todos deben conocer el catalán, él apostilla que no será obligatorio. Si se incorpora el término “nación” al texto, Rodríguez nos tranquiliza de nuevo advirtiéndonos que la “nación” en el Preámbulo es menos “nación”, o sea, como si no existiese. Y así con todo (dejando al margen la OPA, a la que nadie más le saca virtudes que ZP).

La actitud de nuestro queridísimo presidente, me recuerda a esa frase que suelen pronunciar los amos de ciertos canes potencialmente peligrosos cuando comienzan a ladrar contra uno: “tranquilo, no muerde. Si es muy cariñoso”. No muerde pero si te sacas la mano del bolsillo, se la meten al buche. En este caso, como no es difícil imaginar, el perro es el nacionalismo (sin individualizar en nadie). Es un perro peligroso y, además, muerde.

Lo único que no encaja de la historia es que aquí el amo es el can, y la res el teórico dueño.

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