09 mayo 2005

CUMPLEAÑOS INFANTILES. Sociedad

Me cuentan que los niños siguen celebrando sus cumpleaños como toda la vida: se reúnen en cualquier sitio (en concreto en el Telepizza más próximo al domicilio del cumpleañero) para hacer el gamba un rato. Pero los críos, o mejor, sus padres, han adaptado la horripilante práctica que se aplica a las bodas: la de entregar como obsequio una cantidad de dinero. ¿Pero cómo? Dije yo. O sea, que los mocetes en vez de ir con el típico regalito, le dan al homenajeado 7 euros (se conoce que es la cantidad media estipulada socialmente como aceptable).

Aún no me ha tocado eso de ir a una boda con un sobrecito en el que se esconde el regalo-precio del convite (sic?). Ese que los recién casados, según me han comentado, recaudan de buena gana en el salón de comidas respectivo antes de que empiece la deglución, porque luego ya se sabe... Es más, existe una especie de regla tácita que se supone que todo invitado debe conocer. Cada comensal abona el precio del cubierto y un tanto por ciento más. Me parece una práctica abominable, de verdad. Y eso que, como digo, aún no me encontrado en semejante tesitura. Eso sí, cuando tenga que hacer frente a esta costumbre tan paleta, juro que intentaré hacer entrar en razón a los novios para que me dispensen de ello. No quiero decir que me vaya a intentar escaquear, sino que intentaré que me admitan un regalo como los de toda la vida de Dios.

Pues si, como digo, este nefasto uso social me parece del peor gusto, lo de los 7 euros de los críos me paraliza la circulación sanguínea. Imagino la estampa: el anfitrión se coloca en la entrada de la citada pizzería y con la mano extendida va atesorando los 7 pavos correspondientes que va metiendo sucesivamente en el bolsillo del pantalón. Ay, angelitos. Ya desde pequeñitos les enseñan a concebir un simple cumpleaños como un negocio. País.

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