03 mayo 2005

SOBRE EL MATRIMONIO. Sociedad.

A propósito de los nuevos matrimonios homosexuales, he escuchado últimamente una serie de objeciones hechas por quienes entienden que la figura del matrimonio es un concepto reservado para una unión entre personas de distinto sexo. Sin embargo, no estoy en absoluto de acuerdo con esta concepción matrimonial. En primer lugar, debemos tener en cuenta que el matrimonio es una pura convención social. El matrimonio, como ceremonia de unión a través de la cual se declara frente a todos la unión entre dos personas, es un puro concepto social. Una manera en la que la sociedad considera celebrado un compromiso interpersonal. No me sirven las teorías de quienes afirman que el matrimonio es un vínculo de carácter metafísico encarnado en la finalidad heterosexual de quienes puedan llevar a cabo la procreación. El matrimonio no es una creación divina sino una sacramentalidad de la sociedad, sea de la civil o de la religiosa. Una forma para reconocer públicamente que dos personas se comprometen a vivir, se supone que para el resto de sus días, una junto a la otra. Para nada interviene, por tanto, la finalidad familiar que pretenden atribuirle algunos.

Cosa distinta es que a lo largo de los siglos, la unión entre un hombre y una mujer se haya manifestado a través de la figura del matrimonio. Pero nada tiene que ver el matrimonio, como institución en sí, con la finalidad procreadora en la que algunos pretenden sustentarla. Por eso entiendo que el matrimonio es una convención social, porque la única fórmula conyugal que la civilización ha admitido hasta la fecha ha sido esa. ¿Qué diferencia encontramos, pues, entre un chico y una chica que se unen y tienen hijos, y estos mismos cuando se prometen amor eterno ante un párroco o un Juez? La finalidad teleológica quedaría cumplida en ambos casos, pero mientras en el primero no existe formalidad matrimonial alguna, en la segundo, en cambio, sí.

Por ello, la circunstancia de que sólo un hombre y una mujer puedan unirse para llevar a cabo la reproducción humana no obsta para que puedan existir otro tipo de uniones maritales de distinta naturaleza, como la homosexual. Y no hallo ningún inconveniente porque, insisto, la finalidad reproductora no puede confundirse con la convención social que supone el matrimonio. Es decir, si la sociedad admite, asume y conviene que ha llegado el momento en el que dos personas que se quieren puedan compartir, a través de la institución del matrimonio, su vida, la sociedad habrá dado definitivamente carta de naturaleza a una realidad merecedora del mismo trato jurídico que el que ha venido recibiendo secularmente la unión de un hombre y una mujer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está bastante bien argumentado, pero no estoy de acuerdo.

Todas las sociedades humanas, desde las más primitivas hasta las más avanzadas, han necesitado la procreación para mantenerse.

Un porcentaje de sus componentes tienen que tener la descendencia suficiente como para mantener la sociedad.

Pero esa descendencia no solo tiene que nacer, también tiene que ser educada para ser parte util de la sociedad.

Esas dos facetas de creación de nuevos miembros y educación son tan importantes que de alguna manera la sociedad suele protegerlas de forma especial.

Esto suena a Ciencia-Ficción en nuestra sociedad (aparentemente) tan fuerte y tan alejada de un posible colapso, pero nuestras leyes y hasta nuestras religiones (que son otra forma de mecanismos de control que desarrollan las sociedades avanzadas) todavía incorporan esos mecanismos de protección.

No se trata del derecho a casarse de personas con otras orientaciones sexuales, se trata de un mecanismo de protección básico.

Cada uno puede hacer, en su vida privada e íntima, lo que le plazca siempre que no lesione a los demás, pero la sociedad protegerá exclusivamente los procesos de los que depende.

Si a mi me gusta montar en bicicleta (por poner una actividad no alineada ideológicamente) puedo hacerlo, pero no puedo esperar que la sociedad me subvencione por ello y me garantice derechos reservados para otras actividades.

Tan simple como eso. La sociedad no necesita a las uniones no reproductivas y no debería darles ventajas fiscales ni pensiones de viudedad. La homosexualidad ha existido desde hace milenios sin esa ayuda económica y no sé porqué ahora va a necesitar ser subvencionada.

Otra cosa es el tipo y cantidad de apoyo a las actividades beneficiosas para la sociedad. España no es precisamente el pais de europa con más apoyo a la maternidad ni con más presupuesto de educación.

¿nos sobra el dinero?

¿tan bien educados estamos?

¿de verdad es necesaria la subvención de las parejas homosexuales?

Bueno, pues estas cosas son las que pienso yo. Si seré bruto.