15 noviembre 2005

EDUCACIÓN. Sociedad/política

El tema de la trajinada educación es demasiado complejo como para poder comentarlo en unas pocas líneas. La forma de educar, los centros docentes, la mezcla (“cohesión”, según la Ministra) de niños extranjeros (con dificultades de comprensión) con los españoles, los planes de estudio, la religión, la intervención de las Comunidades Autónomas en la planificación de la enseñanza y su adoctrinamiento anejo, etc. Vaya por delante, en cuanto a esto último, que cada día soy más partidario de un centralismo más acusado, o lo que es lo mismo, de una menor descentralización de ciertos asuntos comunes, que son en definitiva los que “cohesionan”, estos sí, a un país. Sí: a España. Resulta lamentable que la educación de un niño de Huesca sólo tenga en común con la de uno de Lérida el 55%, como máximo (como pretende el Gobierno).

Entre todos estos aspectos que abarca la educación quiero hacer hincapié en uno de ellos, los demás se me escapan, a pesar de que he intentado leer todo lo que he podido sobre el asunto. Según sé, los grandes defectos de la LOGSE han sido desde el principio la forma y el contenido de la enseñanza. Es decir, el modo en el que se ha venido impartiendo conocimientos a los niños, y la enjundia de lo explicado. Una de las cosas que han denunciado constantemente tanto profesores como padres ha sido que la LOGSE establecía los contenidos en función del alumno y no al revés. Dicho de otra forma, la LOGSE parte de una premisa irrefutable: “el niño no quiere aprender”, de modo que la consecuencia que se extrae es la siguiente: “enseñémosle sólo aquello que esté dispuesto a aprender, ya que todo lo demás es superfluo, se generan traumas al alumno y los resultados son contraproducentes”.

Las neo-doctrinas psicológicas de finales de los ´80 abrieron el cauce para que el progresismo socialista asumiera como propias las mismas sobre una representación falsa de la experiencia en otros países. Los resultados están encima de la mesa. La desposesión que han sufrido los maestros de su poder disciplinario han convertido las aulas en centros de concentración de jóvenes desganados en los que se ha producido algo insólito hasta la fecha: los alumnos agraden a los profesores, les amenazan e imponen su ley tanto sobre el resto de compañeros como sobre el propio tutor. A esto nos ha llevado el sistema progre de enseñar, el sistema del diálogo con el alumno para poderlo suspender, el paso de curso ope legis, el analfabetismo funcional y el desánimo tanto de profesores como de alumnos.

La premisa de que el alumno es de por sí pasivo ante la educación, como digo, es inatacable, pero precisamente es ahí donde está la clave del tema: una de dos, o se sigue subordinando la educación al interés del niño, o por el contrario se le impone coactivamente la misma. Sin duda esta segunda opción es la que debe sostenerse. Y lo sostengo no sólo por convicción, sino por experiencia. Servidor, como muchos otros, ha padecido ambos sistemas: el de la tolerancia y el desgobierno, en EGB, y el de la disciplina y el estudio riguroso, a partir de BUP. Hasta la fecha. El resultado es el siguiente: llegué al instituto sin saber lo que era un adverbio, aunque (eso sí) la marquetería y los collages con alubias y garbanzos los dominaba a la perfección. A partir de lo que tuve que estudiar en el bachillerato soy lo que soy, ya que en otro caso tendría que activar el corrector ortográfico de Word para poner no meter la pata. A todos nosotros se nos impuso el estudio "por la fuerza" y no estamos traumatizados. No matamos a la gente por la calle, y cedemos a las viejecitas el asieto en el metro.

La disciplina y el poder director de los profesores son la esencia de todo el asunto. Lo demás, efectivamente, es secundario. El respeto a la formación es la premisa de la que debe partir el sistema educativo. Si el niño tiene que repetir curso tres veces, que repita. Que no quiere estudiar, a FP, como toda la vida de Dios. Los profesionales de FP ganan mucho dinero desde los 25 años, los profesionales de carrera no gozan de contrato fijo hasta los 30. No hagamos más demagogia con la división de clases y la separación profesional de los alumnos. Si se trata de salir de pobres, antes salen los de Formación Profesional que los empollones de Derecho. Conozco el caso.

Disciplina. Esa es la palabra clave. Una vez hayamos re-apoderado a los profesores de su autoridad, todo podrá tener sentido de nuevo.

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