
En cuanto al estilo, escuché en su momento que tenía ingredientes de Bob Dylan, no lo creo en absoluto (salvo en la harmónica de Undressed). Es mucho más deudor del pop inglés de los ´80 que de cualquier grupo de las islas. Es más, se puede comprobar sin dificultad que este disco culmina el propio estilo de Lloyd Cole and the Commotions, por su madurez, y porque, aun sonando igual, la instrumentación es impecable, a diferencia de la de aquellos, que a lo largo de su trayectoria fueron rehenes de los medios técnicos y de las producciones de la década de los ´80. En cambio, Lloyd en solitario incluye espléndidos arreglos de viento (A long way down), el delicioso sonido del Hammon, y la dulzura de los punteos acústicos. Rebañado todo con su sensual voz.
En definitiva, un disco perfectamente coherente, original, vivo, deliciosamente rítmico, emocionante (Ice cream girl), divertido cuando quiere serlo, reconfortante y cantado con esa voz tan personal medio impostada de Lloyd. Un disco maravilloso que se presentó y es conocido con una perla: No blue skies.
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