
Alguien se pensará que le tengo un poco de paquete al jefe (¿?) del Ejecutivo. Qué va…, para nada. Al revés, lo tengo en un póster gigante en mi cuarto. No, en el cuarto de baño no; en mi habitación, mi dormitorio (que es mucho más íntimo). Anda que meto yo a nadie en mi alcoba; hombre, si ellas quisieran…entonces sí, pero... Así que estamos mi ZP y yo. Yo y mi ZP. Me acuesto sobre la cama y le miro. Con esa sonrisita del Joker, con esos ojillos de psicópata (dicho con el mayor amor), con ese tupé al que no coge el tino, y con esos hombros huesudos cual alas extendidas de murciélago y la cabecita echada para adelante como réplica del jefe de Homer Simpon. Qué maravilla.
Y lo que va dentro de la cabeza, uf, para qué contar. Si es que piensa tanto, que de tanto que piensa, las ideas, como son tantas, pues se le pierden. Así que sus ministros están todo el día rectificándose los unos a los otros y los otros a los unos. Pero no pasa nada. ZP mon amour se cree que es el mejor y se ríe. Y se ríe. Y se ríe…
Mi abuelo dice que sólo los tontos se ríen de nada. A ver si va a tener razón y tengo que descolgar mi póster gigante.
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