31 agosto 2005

PÁJAROS LOCOS. Sociedad

Francia y Bélgica han decidido elaborar, siguiendo la idea de Estados Unidos y Gran Bretaña, una relación de todas aquellas compañías aéreas que no cumplan las mínimas reglas de seguridad que exige este medio de transporte. De esta manera, y una vez publicada esta “lista negra” de lo que llaman “pájaros locos”, los consumidores ya sabremos en manos de qué tipo de empresa ponemos nuestro destino. Entre las elegidas figuran compañías de países del tipo de Liberia, Corea del Norte, Mozambique o Armenia. Casi nada. Me da la impresión, sin embargo, que es una medida que se ha tomado “con la boca pequeña”, a pesar de que la Comisión europea tenga encima de la mesa un proyecto del mismo tipo. Parece que cuando los responsables de transportes de un país como Francia deciden marcar con una cruz negra a ciertas aerolíneas, no lo hacen del todo convencidos. No sé por qué. En cualquier caso, se trata de una medida de protección de los consumidores que debe ser aplaudida.

La tutela del consumidor es una disciplina de la que se ha ido desarrollando básicamente a partir de los años 80 y que se ha ido reforzando poco a poco en los últimos tiempos. Pero hay que ir aún más allá. No basta con elaborar una lista de transportes aéreos pésimos, además habría que formular otra de abogados sinvergüenzas, de fontaneros estafadores, de constructores mafiosos, de cirujanos carniceros, de profesores iletrados, de taxistas beodos, de cocineros marranos, de políticos incapaces, etc.

En la nuestra sociedad, los servicios y actividades que prestan los distintos gremios profesionales, son tanto más eficaces cuanto mayor es la competencia y la presión ejercida sobre la excelencia de su actividad. Dicho de otra forma, cuanto más se le exija a un profesional en su actividad, mayor será el acicate para que produzca un servicio de mejor calidad. Con ello no sólo se protege al consumidor ante profesionales de baja estofa laboral, sino que además se incrementa la excelencia del producto final y la satisfacción del destinatario del mismo, que no es otro que el consumidor. En el caso de los “pájaros locos” la cuestión es clara: no hace falta más que denunciarlos públicamente para que, de inmediato (se supone) cubran todas sus carencias. Así que nada más queda que a alguien se le ocurra redactar esos otros listados a los que me he referido. Sería espléndido, ¿no?.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Di que sí...