12 agosto 2005

EL BURRO ROJO. Sociedad

Ya me he referido en alguna otra ocasión al tema de las leyendas urbanas, es decir a ese tipo de bulos que corren de boca-oído-boca y que a fuerza de reproducirse a sí mismos llegan a tomar un cariz de certeza. Así que una vez que el ciudadano avispado conoce este fenómeno, ya queda relativamente inmunizado ante la credulidad de “futuras verdades”. Lo más inquietante de este eco social es que, al final, uno no sabe si lo que le han contado es cierto o si, por el contrario, se lo acaba de transmitir su propio inventor. De modo que siempre queda una pequeña duda sobre la veracidad del relato.

Una de las leyendas urbanas que más he escuchado y más risas me han proporcionado, ha sido la relativa a la parálisis supra-labial de Aznar. Como no sé si la historieta tuvo, o no, suficiente propagación, la contaré para contribuir a ello.

A nadie se le escapa que el ex presidente (este no por accidente) padece una falta de movilidad de su labio superior a la hora de hablar, lo cual lo convierte en un ventrílocuo de categoría. Pues bien, la leyenda cuenta el origen de tal inmovilidad. Se dice, que Aznar, en sus inicios como Inspector de Hacienda en Logroño, acudía asiduamente a un local de mala nota llamado “El burro rojo” sito en Lardero, localidad vecina a la capital riojana. Una noche, en la citada mancebía y tras discutir con una empleada (no queda claro el origen de la contienda, aunque algunos aseguran que la razón fue la negativa del joven inspector a pagar a la meretriz los servicios prestados), la chica se quitó uno de los zapatos y le propinó un taconazo bajo la nariz. A partir de ahí, la cicatriz que le dejó la herida la ha tenido que disimular -según también la propia leyenda- con su característico bigote. La secuela que le causó este incidente le produjo una disminución de la dinámica vocal y consiguientemente la de la movilidad facial.

Como se puede comprobar, se trata de una leyenda urbana con todos los ingredientes del género, por lo que lo único que nos queda por saber es una cosa: ¿será verdad?

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