Discutía el otro día con mis amigas Teresa y Rocío sobre la conveniencia de retirarles el apelativo de “señoría” a los Jueces y demás funcionarios de la Administración. El tema lo sacó Rocío, arquitecto, y partidaria de que eliminar ese tipo de formalismos porque, según ella implican un privilegio injustificado y ufanan indebidamente a quien los ostenta. Teresa, jueza neófita, y yo, la intentamos convencer de que efectivamente el tratamiento de señoría no añade nada a la persona, sino al cargo que se ocupa; también intentamos justificarlo por la vía del respeto que debe tenérsele a todo cargo de la judicatura, e incluso le propusimos un razonamiento reduccionista: si le quitamos el “señoría” a la autoridad judicial, después le quitamos las puñetas (por innecesarias), el birrete (por poco favorecedor), luego la toga (por anacrónica), más tarde la corbata (por carca), y al final barra libre: en bañador y sin camiseta, o en camiseta de tirantes, en canotiera, vamos. Pero aún con todo no conseguimos convencerla.
Me he acordado de esto al leer una noticia en la que se dice que a la jueza de lo penal de Huelva le han sancionado con 1.000 € por hacer ciertos comentarios en una sentencia. Dice la Comisión Disciplinaria del CGPJ que los términos empleados por la titular del juzgado resultan muy groseros. En la sentencia, la juez, señala que la demandada era una persona muy agresiva y soez. Añadía además una referencia a una “braga amarilla” y a que la imputada “se negó a cubrirse la entrepierna con el bolso”. Ohh… Gabrielito, me encanta; esto sí que es grande!
No se daban más datos en la noticia así que me lo imagino: la típica chiquita de veinte años que “pasa de todo”, con el tanga asomando por la rabadilla, y vestida con una minifalda que ni siquiera le tapa el vello kíwiko (ustedes ya me entienden). Qué cachondeo.
Ni la justicia es lo que era. Ya no se respetan ni las instituciones más sagradas. Y algunos, aún así, abogando porque se les quite lo de “señoría” a los jueces…
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