El imperio de lo “políticamente correcto” y de la “modernidad de balconcillo”, conduce a que en podamos leer en los periódicos titulares como el siguiente: “Uno de cada de cinco maridos se limita a empujar el carrito a la hora de la compra”. Bajo este inquietante título se explican los hábitos familiares en la realización de la compra. La encuesta la patrocina y encarga la Cámara de Comercio de Madrid para actualizar los datos sobre el tema. Dice la noticia que “el 18 % de los maridos se limita a llevar el carrito, es decir son sujetos pasivos que no toman parte en las decisiones de gasto. Otro 9 % -añade- sí participa, pero se reserva para la compra de los productos caprichosos o considerados como masculinos, es decir, el queso, el vino y los embutidos como el jamón”. Quieto Baldomero!
Si quieren hacer una encuesta para demostrar científicamente que los hombres somos gilipollas, pues que lo digan. No hay inconveniente, lo progre es decir, ya de una vez, que el género masculino es la representación de la ineptitud. Lo progre es la discriminación positiva a favor de la mujer, lo cual conlleva inexorablemente retratar al varón como un compendio de los tópicos más costrosos, que son precisamente los que, para referirse a la mujer, están absolutamente proscritos. Ahora, los anuncios de los lavaplatos, esponjas, estropajos, detergentes, suavizantes, fregonas, fairis, mimosines, mister propers, y todo eso que se guarda debajo del fregadero, ya no los protagonizan las mujeres, está prohibido, se considera machista y si se le ocurre a las marcas anunciadoras semejante despropósito, al día siguiente se encuentran con la queja de la Consejera de Asuntos Sociales de la Comunidad Autónoma correspondiente, cuando no de una de esas Ministras progres a las que les ofende todo, salvo hacer el ridículo. Ahora ya no. Ahora los anuncios de los friegasuelos consisten en un palomo (siempre vestidos igual) que mientras deja el suelo reluciente, la parienta se parte el culo con una amiga, a la vez que comenta lo idiota que es su marido, a lo que la otra replica que el suyo lo es aún más. ¡Viva la discriminación positiva! Pero digo yo ¿no podría ser un poco menos positiva? Porque una cosa es una cosa y otra, hacer un cortometraje de 20 segundos para dejar como un memo al marido.
Bueno, en cualquier caso, y tras saber que los hombres nos limitamos a “empujar el carrito” y a comprar los accesorios para el coche, me pregunto: ¿por qué se casan las mujeres con nosotros? Yo, como Groucho Marx: “nunca me casaría con una mujer que estuviera dispuesta a casarse conmigo”.
Por cierto, ¿qué sería del ser humano sin el queso, el vino y el embutidito rico?
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