
En este sentido, la diferencia entre los dos nacionalistas patrios más incordiantes, Carod e Ibarreche, es evidente. Mientras el primero no ahorra detalles sobre sus objetivos, el segundo no es que los camufle constantemente sino que posiblemente ni siquiera él los tiene claros. Otra de las diferencias que los separa es que mientras el líder catalán asume que no logrará la independencia en tanto la mayoría de los catalanes lo reclamen, el Lehendakari da por hecho que “los vascos y vascas” quieren lo mismo que él, cuando, de hecho, se demostró en las últimas elecciones de Euskadi que eso no es así.
Las diferencias, pues, a la vista están. Que no parezca que estoy ensalzando la figura de Carod. Él juega sus cartas; lo peor de todo es que nuestro Gobierno Central tenga como compañero de alcoba a un partido que lo único que pretende de España es su descomposición.
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