14 abril 2007

EL MITO DE LA CRISPACIÓN. Política

He tenido "la suerte" hace poco de leer ese excelente panfleto-manifiesto firmado por tres millares y medio de intelectuales (absolutamente imparciales y asépticos, por su puesto) sobre lo que últimamente se ha venido en denominar la “crispación” y que yo prefiero llamar “el mito de la crispación”.

Ya es sospechoso de por sí un libelo titulado “por la convivencia, frente a la crispación”, primero porque es insólito que haya tantos intelectuales en España (los que, por cierto, no hacen honor a su intelectualidad a tenor de la deficiente sintaxis del comunicado); y segundo, porque a la luz del contenido del mismo resulta inexplicable que se titule “por la convivencia” cuando nada tiene que ver su contenido con tal anhelo. Pero bueno, al margen de la inanidad de este decálogo del titiriprogre coetáneo (secta, la del titiriprogresismo, a la que nadie medianamente decente debería dejar de apoyar o de adherirse para mantener incólume su imagen social) y de la sarta de contradicciones que contiene (como decir que “en democracia no se puede pretender torcer la voluntad ciudadana con soflamas, ni con manifestaciones”, porque supongo que lo dirán por las manifestaciones en las que ellos, los titiriprogres, le pedían al bueno de Aznar que no respaldase la invasión de Irak, ¿no?), al margen de todo ello, digo, el tema de la crispación ha pasado de ser un tintineo de palabras a convertirse en una auténtica consigna vital para la progresía y lo que aún es mejor, en un verdadero mito que, según intuyo, bautizará con su nombre (crispación) a una época, esta, la nuestra, la “época de la crispación”.

¿Pero de dónde viene que esto de que la crispación haya dejado de ser una ingenua consigna para elevarse hasta tal categoría mítica? La crispación, necesariamente, describe una situación recíproca, es decir, algo que les sucede a unos respecto o frente a otros, y viceversa. Según esto, que entiendo es así, la supuesta crispación sería el término que describiría las relaciones entre socialistas y populares. Pero no creo que esto sea exacto, al contrario: es un puro mito. Preferiría decir que más que crispación hay irritación. Ahora bien, la irritación de la oposición contra el Gobierno no es sólo una condición habitual de aquella sino una postura exigible. Es natural que la oposición quiera hacer las cosas, aunque no todas, de forma distinta a como las plantea el Gobierno de turno. Ahora dirá el lector socialista: “sí, pero no oponerse a todo como hace el PP”. De acuerdo, objeción admitida. Sólo un inconveniente: eso es falso de toda falsedad. El PP ha votado de consuno varias leyes junto al partido de las cuatro mentiras (ley de violencia de género, ley de dependencia, etc). Lo más triste para la oposición es que el Gobierno pretenda dos cosas de ella: o dirigirla o eliminarla. Ambas posibilidades, barajadas y actualmente en ejecución suponen que todo lo que diga o todo lo que haga el PP, la actual oposición, debe ser despreciado primero, marginado después y tachado de extremista por último. Se trata de una táctica tan simple como miserable y contraria al pluralismo político que consagra y “salvaguarda” nuestro Texto Constituyente, y sobre el que el PSOE se cisca día sí y día también. ¿De qué crispación es capaz de hablar "el partido de los parias de la tierra" cuando su lema de cabecera es el ignominioso pacto del Tinell?

Se quejan estos 3.500 intelectuales (uff!!) de que la vida política española está contaminada, para añadir a renglón seguido que “este clima crispado no obedece a la situación real de España”. Hay que joderse (ustedes perdonen), pero esto sí que no se lo cree nadie. Además, digo yo, qué más les dará a estos titiriprogres de balconcillo que el PP esté crispado y engañe, según ellos, a la gente con mentiras, insultos e insidias. Si están crispados peor para ellos. Pero, claro, la cosa no está ahí. Como digo, ser la mosca cojonera del Gobierno, no sólo es el status natural de la oposición sino su obligación. Lo que crispa al PSOE es no entender esto. Ahí está el asunto. El partido de las cuatro mentiras quiere que la oposición no exista, o bien, que si existe, sea completamente inerme, y que, aun cuando se valga simplemente de darles pellizcos de monja al Gobierno, éstos se conviertan en gravísimas afrentas a la integridad física de tan inviolable ente.

Mientras al PSOE no deje de empecinarse en poseer una oposición a su medida o en eliminarla radicalmente continuará este "clima", mito de nuestro tiempo convertido en condigna de mano para “meditadores pusilánimes”, como diría Ortega, y mucho me temo que alguien nos volverá a obsequiar con otra diatriba de la altura intelectual, la imparcialidad y el rigor la comentada.