
Descartada, intelectual y prácticamente, la alianza de civilizaciones, sólo queda, creo, una opción nada baladí. La alianza de religiones. ¿Por qué propongo esto y rechazo aquello? La razón es simple. La alianza de civilizaciones exige, como hemos visto, que las civilizaciones compartan un mínimo aliable, cosa que no sucede. En cambio, si se tratase de lograr un diálogo entre religiones la cosa sería distinta. El Islam y la Iglesia Católica, por poner sólo dos de los casos en liza, están (con ciertos matices) tan lejos de nuestro tiempo la una como la otra. Son sistemas fósiles, creencias seculares, credos momificados. Dignas de todo el respeto, pero igual de vetustas, cerradas y arcaicas. Sólo entre ellas puede llegarse a un entendimiento de mínimos, o sea, de respeto mutuo. Si añadimos a esto que los países islámicos suelen ser Estados teocráticos, podemos esperar, con cierta cautela, que el encuentro de las grandes religiones pueda repercutir sobre esos Estados, y éstos, a su vez, en sus relaciones con los otros.
Sé que esto es más bien difícil, y también sé que el traslado de este diálogo a los respectivos territorios del Islam es aún más complicado. Pero si no se hace nada en este único sentido, puede que tengamos que padecer las secuelas de este choque de civilizaciones durante mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario