“La gran bacanal” llamó siempre nuestra atención por esa palabra, “bacanal”, que no se hallaba en nuestro vocabulario, y que a partir de entonces pasaría a enriquecerlo también para siempre. El diccionario decía, y sigue diciendo, “bacanal”: orgía con mucho desorden y tumulto. La definición, a su vez, nos remitía a la voz “orgía”, en la que el texto de la Academia dice: satisfacción viciosa de apetitos o pasiones desenfrenadas. Prefecto. Se trataba, pues, de dos definiciones a medias, pero que con un poco de imaginación pudimos conseguir hacernos una idea de qué era eso de una “bacanal”.
¿Que a qué viene esto de la gran bacanal? Viene a la orgía política que se está perpetrando en Cataluña con el rollo este
del Estatuto. Bien saben mis lectores que no me he extendido sobre el tema precisamente por eso, porque es una bacanal de apoyos antinaturales, compincheos, lamidas de culo, alianzas con caducidad exprés, y de pactos de naturaleza espuria de “todos con todos”, de “luego te dejo, te traiciono”, de “hoy por la mañana hacemos una cama redonda tripartita, y por la tarde me lo monto con la parienta del de la barretina”, etc. Es decir, una bacanal en toda regla, en la que, como se puede comprobar, existe el desorden, el tumulto, las pasiones nacionalistas desenfrenadas y los apetitos viciosos de autogobierno. Lo dicho: una “gran bacanal”.La verdad es que siempre me gustó más aquello de “Manos arriba, bragas abajo”, qué le vamos a hacer.
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