10 diciembre 2005

Por su interés, reproduzco una carta electrónica que me envió ayer mi amigo Gabriel:

"No sé si te has percatado de un fenómeno bastante desagradable que no contribuye precisamente a incrementar el amor por nuestra odiada Renfe. Me refiero a la novísima y modernísima estación de Zaragoza Delicias (donde, por cierto, me cobraron 2,60 por un café y un cruasán). ¡Dentro del recinto propiamente de la estación hace el mismo frío que en la puta calle, me cago en la puta...!

Tanto es así que hay colocados unos calefactores (dentro de la estación, ¡eh!) al estilo de los que se ponen en las terrazas de los bares en el más crudo invierno, para que los pasajeros que osen esperar un tren fuera del bar no se queden allí congelados como estatuas. A lo mejor los arquitectos pensaron que Zaragoza en invierno es como Canarias y no se molestaron en aislar mínimamente la estación del acceso a los andenes, o a lo mejor lo último es chupar frío en las estaciones a base de bien. En fin, acojonante".

Suscribo íntegramente lo dicho... y más!

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