Tras la legalización masiva de inmigrantes que ha perpetrado el Gobierno en aras de la etiqueta de la “progresía”, el propio ministro del interior ha confesado que ello ha producido un “ligero repunte” de la inmigración ilegal. Vaya por Dios. Pues nada, ahora lo mismo: a todos los ilegales que haya se les concede otro plazo para que puedan comprase un bono-bus y al Ayuntamiento correspondiente para que les den la cartilla de idoneidad. Esto, es de suponer que supondrá un nuevo repunte de la ilegalidad. Pues nada, otra vez lo mismo. Otra prórroga y a legalizar se ha dicho. No creo que este Gobierno retroprogre que tenemos se atreva a poner freno esta situación: los moritos (perdón, los marroquíes) y los negritos (perdón, los subsaharianos) tienen derecho a vivir, y nosotros como buenos retroprogres tenemos la obligación (no moral pero sí progre) de atenderles y de darles lo que haga falta, lo primero: papeles. Y así sucesivamente.
No es que yo sea un personaje de aviesas intenciones en lo que a inmigración se refiere, pero esto es un verdadero desastre. Y no sólo es cosa mía, sino que las alabanzas que ha recibido nuestro ilustre Gobierno en este tema por parte del ministro del interior francés (Villepin) han sido jugosas, eh. Los franceses, que siempre han presumido de progres, contemplan la inmigración en España como un fenómeno que les afectará de inmediato. Hasta tal punto se han alarmado nuestros vecinos del norte que se ha insinuado incluso la posibilidad de que nos excluyan temporalmente del Tratado de Shengen (el que regula la libre circulación de personas en el espacio común europeo).
En materia de extranjería debería seguirse una política mucho más pragmática y menos contemplativa. Es decir, el contingente de extranjeros debería ajustarse más tanto en la cuantía como en las condiciones de entrada. Todos aquellos que excedan de un determinado cupo deberían o ser expulsados o legalizados todos. Como esto último no parece que sea lo más razonable (porque el efecto llamada es inevitable), sólo cabe lo primero. Lo que me parece de un cinismo intolerable es culpar a las mafias del trasporte de nuestros males en esta materia. Aunque siempre podrán culpar también a Aznar, no?
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