Por lo visto, ayer el Partido Socialista presentó su balance de este año de gobierno. A uno de los más ilustres miembros del PSOE le escuché decir algo así como que “antes se mandaba, y ahora se gobierna... con diálogo”. Aparte de la formula maniquea empleada, y claramente inspirada en lo que ZP denominó “pasar de un gobierno de derechas a uno de derechos”, el comentario no sólo es falaz, sino además cínico, que aún es peor. Diálogo sí: para nombrar al Fiscal General del Estado, a la Directora General de RTVE, al Alto Comisionado Peces Barba, para la derogación del trasvase del Ebro, para cerrar la puerta a los testimonios más jugosos en la Comisión de Investigación del 11-M, a los currelas de los astilleros gijoneses, a los becarios de investigación, a los psicólogos que reclaman su especialidad, a los funcionarios de los juzgados (que ya les han hecho hasta una huelga), a todos aquellos que no participan de la opinión de que las parejas homosexuales adopten niños, a Rajoy para llegar a un consuno sobre qué se quiere que sea España y cómo organizarla, para enviar al Barcelona la CNMT, o para el desmantelamiento del Archivo de la Guerra civil de Salamanca, en la que por dialogar no se ha dialogado ni con la Real Academia de la Historia. Eso sí, con talante, diálogo, y consenso (a poder ser, amplio). Sin embargo, mientras el talante es algo que queda al aprecio de cada cual, por contra, el diálogo y el consenso se pueden ver, tocar y naturalmente oír, y en eso, el ilustre portavoz socialista no puede engañar ni al tonto del pueblo. Si el PSOE fuera una empresa, este balance lo tendría que anotar en el pasivo a la espera de que pudiera compensarse con el beneficio de los ejercicios posteriores, si es que los hubiera.
Lo peor de todo no es que ZP y los suyos hagan como si no pasara nada, sino que creen incluso que lo hacen de perlas. Para ellos, el ambiente de irritación que han creado entre todos aquellos que no les votamos, es una cuestión patológica atribuible sólo a los que no hemos digerido que ganasen las elecciones, según expican. O sea, patología estomacal. Diagnóstico: gastritis. Vamos, que si de lo que se trata es de conceder a los nacionalistas catalanes y cía todo tipo de regalías y mantener el modelo de Estado en la cuerda del funambulista, si nos enfadamos es porque queremos, porque motivo, motivo, lo que se dice motivo, no hay motivo. Es decir, que los demás estamos paranoicos y que lo mejor que podemos hacer es tumbarnos en la mesa de operaciones (sin anestesia) que nos saquen la asadurilla y “usted tranquilo, caballero, que lo hacemos por su bien. Es un momento, no duele na´ (que diría Kiko Veneno)”. Espero que la operación del doctor ZP acabe cuanto antes, y si no nos enteramos, mejor. Eso sí, que no nos dejen secuelas, que la cirugía plástica es muy cara, y la política, aún más.
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