Unos de los lemas de los que se hartaron de hacer gala ZP y los suyos recién llegados a la Moncloa fue ese del de “otra televisión es posible”. Ya lo creo que es posible! pensaba yo para mis adentros (y también para mis afueras, he de decirlo), pero vosotros no lo conseguiréis, eso está claro, dije. Me extrañó un poco que la inefable Caffarel tardara tanto en ponerse manos a la obra con “la nueva televisión posible” aunque, eso sí, mató el rato echando la culpa a sus antecesores (para lo que tampoco hace falta mucha imaginación, verdad? porque en realidad, tienen la culpa de todo, de lo pasado y de lo que está por venir, eso también está claro).
Uno de los primeros atinos de la directora del ente (o de la cosa, como dicen otros) fue, según me viene a la cabeza, el programa de Juan Ramón Lucas. Nacido, cómo no, con todas las loables intenciones que se puedan imaginar y, sobretodo, como contrapunto al chusmeo que suele rondar esa misma franja horaria (la media tarde) en otras cadenas. Es decir, buen rollo de inspiración cultural y sin cabida para la chabacanería. Pero también les costó poco sucumbir a la demanda del público. En especial, recuerdo una entrevista en directo que hizo el propio Lucas al padre de una pobre niña asesinada en la que el presentador, intuyo que a sabiendas de lo que hacía, insinuó al padre si llevaba a su hija en el corazón. Aquel respondió que sí, pero Lucas volvió a preguntarle hasta que el entrevistado tuvo que demostrar que, efectivamente, llevaba a su hija en el corazón: se desabrochó hasta el ombligo la camisa, sacó el hombro izquierdo por un lado y mostró un tatuaje con la cara de la niña dibujado en su pecho. Lucas le tuvo casi un minuto así. Al poco le comentó, “ya puedes abrocharte, ya”. Esa es la otra televisión posible. Para muestra un botón.
Además no sé qué tenía de malo “la otra televisión” (aparte de que era del PP, perversa y, por tanto, derechosa de suyo). Me cambiaron “Noche de fiesta” por un subproducto que duró 3 días (no hubo más que ver el primero de ellos: un humor más propio aquel infantil de los años 80 en el que aparecían unos imbéciles haciendo el vaina y en el que los críos, pobres de nosotros, no sabíamos si teníamos que reírnos o qué). Con lo que me gustaban a mí esos desfiles de lencería cortesía de José Luis Moreno, sobretodo los machotes esos en tanga, uf. Y las mozas esas tremendonas que hacían que los abueletes se pusieran a tono. Por no hablar del teatrillo de Avelino y la parienta (lo más), que lo trataba como a un despojo (claro, era una época en la que no había derechos, gobernaba el PP). Ay, qué pérdida. En cambio ahora tenemos a los mamporreros del Gobierno. Al Wyoming, el cual ya no está (éxito rotundo) o a Julita Otero (la llamo así porque un amigo me comentó el otro día que la conocía mucho, que era Julita, la hija del sargento Otero, policía nacional; si ya te digo…). El otro día les preguntó al alimón a Pilar Bardem y a la vicepresidenta Fernandez de la Vogue si alguna vez les habían espetado eso de si “iban mal folladas”, sí, sí, como lo oyen. Una pregunta propia de esa “otra televisión posible”, de muy buen gusto y sobretodo muy pertinente. Qué alhaja. Pero lo que más me inquieta de esta imparcial periodista es si la estupidez es una pose o es que es así, de natural. Eso sí, la tía está buena que se cae. Lo de inteligente no lo sé (que es una cosa que ciertas mujeres te reclaman que les digas al instante de reconocerles su belleza). No la conozco, y mi amigo tampoco me facilitó ese dato (aunque sí coincide en que está tremenda). Para inteligente ya tenemos a la directora de la cosa, porque ésta, guapa no es. Y aunque tampoco la conozco, su inteligencia está a la vista: televisión española supera todos los records negativos de su historia. Pero no debemos culparla por ello, la culpa no es suya sino…¿de quién?... Pues efectivamente, del PP, como todo...
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