La inminente celebración de los matrimonios homosexuales civiles ha puesto en pié de objeción a algunos Alcaldes que ya han anunciado que se niegan a que gays y lesbianas se den el “sí quiero” delante de sus narices. La verdad es que no pensaba yo que esto iba a llegar tan lejos. Pero hay gente para todo. El de Valladolid ha sido el primero, y asegura que si la Ley le obliga, objetará con arreglo a su conciencia. No será servidor quien le diga lo contrario, pero la verdad es que me resulta excesivo. Desde siempre he estado a favor de las uniones homosexuales, ya se les llame matrimonios, uniones civiles, concubinatos de Derecho, amancebamientos reglados o, como dice el genial Mingote, ligues consolidados. Pero hay que respetar aquella postura. No me cabe duda de que su objeción será amparada por el juez que llegue a conocer del asunto si la cosa va a mayores. Y le entiendo, porque para algunas personas la unión gay/lésbica no es un matrimonio a la usanza clásica. Es más, es que no lo es. Y lo entiendo, porque para ellos es como si hoy pretendiera celebrarse un matrimonio poligámico. Casi todos podemos estar más o menos de acuerdo en que la poligamia es sólo una cuestión cultural pero no una atrocidad ni una aberración: si unos multicónyuges consintiesen en contraer matrimonio entre ellos no existiría traba alguna para llevar a efecto el enlace (y así lo permitiese la ley). Sin embargo, para muchos esto sería una barbarie. Y lo entiendo, de la misma manera que lo otro. Ahora, que Rubalcaba se ponga a advertir al PP que se atengan al dictado de las leyes, aparte de ser muy suyo, no deja de ser una majadería.
Lo peor de todo es la apostilla que ha hecho el Alcalde de León (del PP, por cierto) en la que ha alabado la decisión de su compañero pucelano por “su hombría”. ¿Pero qué es eso? ¿Pero qué es eso de la hombría? No hombre, no. Y más en este tema.
Mariano, tírale a ese de las orejas. Por machote.
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