El otro día, un grupo de salvajes abordaron a Santiago Carrillo a la entrada de la presentación de un libro. Le increparon con gritos de “asesino” y “genocida”. Hasta hace bien poco, yo no tenía conocimiento de los pecados de este histórico comunista. Sin embargo, Zapatero se ha apresurado en exhumar las rencillas de la guerra civil para reparar la memoria de no sé qué abuelo que le asesinaron en la guerra del ´36. Pero ha cometido, una vez más, una grave irresponsabilidad. En realidad, entiendo que el mayor defecto político que tiene nuestro querido presidente es el de la irresponsabilidad. Resucitar a los muertos, y mucho más cuando son de una guerra civil, tiene el riesgo de que los mismos que se cargaron a tu abuelo te reprochen que tu abuelo antes había matado al suyo, y así sucesivamente. ZP piensa que puede revisar la historia de España a su capricho. Grave irresponsabilidad. Tras haber comenzado una discreta campaña para desagraviar a los exiliados republicanos de la dictadura y reconociendo las pensiones a los niños de la guerra de Franco, se ha producido, por propia iniciativa o petición de los partidos catalanes, una retroacción histórica bastante arriesgada.
Zapatero no cae en que todas las cuentas pendientes preconstitucionales se zanjaron a partir de nuestra Carta Magna. Como se ha recordado en los últimos días, la “transición” supuso el cambio definitivo de una sociedad afectada por unos tics políticos ancestrales, a lo que disfrutamos hoy: una sociedad que no puede dar marcha atrás, a la que nadie puede someter, sea de un signo o de otro. La prueba más presente en nuestro recuerdo es el golpe de Estado de Tejero. Si no se pudo vulnerar la legalidad constitucional en el año 1981 ya nadie puede con ella, pensamos. Aquí dentro están los antiguos comunistas que lo siguen siendo (como es el caso del mismo Carrilo), los que lo fueron pero entendieron que en la sociedad del dinero, las doctrinas marxistas son como intentar prender fuego en un espacio si oxígeno. También están los mandamases del Generalísimo y sus hijos, unos aún en sus tesis y otros reconvertidos a la progresía ficticia. Y, en fin, también están los que quieren disolver la propia Constitución de una u otra forma.
Pero lo que más preocupante es que los neonazis y semejantes aparezcan en este momento para reclamar lo que entienden que les corresponde. Que Carrillo fuera un político que dirigiera o contemplase los asesinatos de nacionales y curas, como explica mi admirado César Vidal en su libro “Paracuellos-Katin”, a nadie le debiera importar ya. De hecho, a nadie le importaba hasta que Zapatero empezó su empresa mesiánica. De la misma forma que a Zapatero no tendría que poner tanto empeño en resucitar las afrentas de la guerra. Por eso, la irresponsabilidad de ZP con esta resurrección de los zombies pone los pelos de punta por las consecuencias que pueda traer. Enhorabuena presidente, una vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario