Tenemos una ministras que no nos las merecemos, y no lo digo en sentido figurado. Los desaguisados que han llevado a cabo en el escaso año que llevan en el cargo las ha dejado con el ponpis al aire. Si no fuera por la foto del Vogue que tengo ante mis ojos no podría recordarlas, pero como nos regalaron en agosto esta bonita estampa ahora podemos contemplarlas a todas en uno.
La primera de ellas, Fernández de la Vogue puede considerarse como la voz audible de las rectificaciones, contradicciones y desmentidos, aparte de la mala leche que tiene. No se dedica a nada pero lo critica todo, tanto a sus compañeros/as de gabinete como sobre todo al PP (como es de ley para el retroprogresismo).
La ministra Truquillo, en segundo lugar, figura no sólo como las más incompetente de todas ellas (según las encuestas de las que dispone el Gobierno, cosa con la que no estoy de acuerdo, porque hay otras aún peores) sino como la que ostenta el Ministerio más inútil y estéril de los 18. Su agencia para el alquiler es un auténtico despropósito y sus soluciones nicho-habitacionales de 30 metros cuadrados la han dejado en evidencia. Sí señora.
En tercer lugar, tenemos a la ministra Calvo, también conocida como la ministra del IVA de los discos, aunque la aberración más sangrante que ha perpetrado ha sido la de el expolio del Archivo de la guerra civil de Salamanca a favor de sus socios antiespañolistas de ERC. Con consenso y diálogo.
La ministra de agricultura tampoco se queda corta. Uno no sabe a qué se dedica. Lo único que sabemos es que antes de haber tomado posesión del cargo ya estaba en Bruselas para que se la endiñasen como a un chino. Perdimos las ayudas que estaban previstas para la agricultura, ganadería y pesca. Bravo! Un verdadero hallazgo el de esta indocumentada (nada más ver la cara de sopafría que tiene uno se hace idea de su capacidad, que resulta ser paralela a su derroche de atractivo).
Por otro lado, la ministra de medio ambiente, Cristina Narbona (hermana de Carmen de Mairena, como puede comprobarse a simple vista), con la derogación del trasvase del Ebro tiene bastante, se lo han dado hecho y lo único que hace es marear a todas las partes del litigio con sus famosas propuestas medioambientales y sus anheladas desaladoras a las que se opuso cuando las propuso el PP.
Otra que tiene una mala leche que asustaría a un estibador es la ministra de fomento, Magdalena Álvarez, también apodada como ministra del “plan de Galicia de mierda” (como espetó cuando, a los pocos días de sentarse en el despacho, le reclamaron el cumplimiento de la mejora de las infraestructuras para la comunidad presidida por Fraga). Esta sí que tiene las cosas claras, no se puede decir que no: paralizar todos los proyectos que fomento había planeado para las Comunidades gobernadas por el PP. Criterios de piñón fijo. Eso sí, el AVE llegó el otro día a su pueblo (Almeria). Lo que se dice “un Gobierno para todos los españoles” menos para los de las Comunidades fasciosas. Pero con talante y diálogo.
Por su parte, la ministra San Segundo ha reinventado la LOGSE, todo un logro. Deja la enseñanza como antes, es decir hecha unos zorros, pero siempre por razones de progreso y modernidad. Aparte de esto, a ella se debe el nombramiento (tutelado) del celebérrimo Consejo de ¿Sabios? con las importantísimas consecuencias que ello ha traído consigo, o sea, nada.
Y, en fin, la ministra de sanidad, aparte de no pegar chapa, lo único que se recuerda de ella es que fue la que más se recostó en la chaise longe en la famosa foto a la que me he referido al inicio.
Glamour, competencia, capacidad, brillantez, talento, eficacia, soluciones inteligentes, medidas ponderadas, diálogo, consenso, respeto, responsabilidad y poca vanidad es lo que se puede predicar de este paupérrimo grupo de ministras de cuota tristemente humilladas. Humilladas por que, como puede verse, sólo a través de una imposición alícuota han llegado a tener una cartera ministerial con su nombre. Penoso.
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